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FOALS – EVERYTHING NOT SAVED WILL BE LOST PT. 2

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Tras un final desolador, una fanfarria cósmica da la seña de inicio al segundo álbum publicado por Foals en lo que va de año. Hay quien aún se pregunta si el disco publicado en marzo necesitaba de una continuación. Mas la realidad es que tales lumbreras no han encontrado el enfoque que esta banda británica quería atajar. No todo quedó dicho entonces y ‘Everything Not Saved Will Be Lost Part 2‘ no es más que la segunda mitad de un proyecto. Esta idea no concibe un doble álbum, como puede ser el ‘Love + Fear‘ de Marina, sino un álbum en dos partes como pudo ser ‘Use Your Illusion’ de los Guns N Roses.

Aunque la banda siempre se mantuvo firme y confiaba en el porvenir, la crítica apostaba por una catástrofe anunciada. El temor por un eclipse y la certeza de que un álbum tan bien recibido, el mejor de la discografía de Foals para muchos, eran sinónimos de un “sexto LP” carente de los aires revolucionarios de su primera mitad. Como ambas partes se concibieron juntas y su producción fue consecutiva, el vocalista y líder grupo, Yannis Philippakis, vuelve a sentarse a los mandos con la ayuda del ingeniero Brett Shaw. El fundador y bajista Walter Servers vuelve a quedase al margen y el sonido decadente que hacía tender ‘Everything Not Saved Will Be Lost Part 1’ hacia un final apocalíptico ha sido remplazado por un renacer que sabe a rock con tintes de Stoner.

En una entrevista Philippakis dejó claro que mientras que la primera parte encara los sucesos desde una perspectiva meramente contemplativa, la segunda está en fuga. Lo peor ya ha sucedido y, ahora, el conjunto se pregunta cómo responderá el mundo. La resolución sigue una estructura muy similar a la presentación del desastre: cuarenta minutos de música e interludios como cambio de escena (uno en el caso del trabajo primaveral y dos en el de éste). De sutileza presume la transición magistral entre «Red Desert» y «The Runner», que introduce el largo y queda seccionada por los títulos de ambas más que por la propia instrumentación. Mientras que la primera es instrumental, la segunda juega con una similitud entre vivir y correr una maratón, siendo las motivaciones personales lo que impulsan a continuar.

«Wash Off» cuenta con ese planteamiento juguetón ya presentado en «In Degrees» o «Café D’Athens». Un loop de guitarra y un ambiente reverberado sobre el que Philippakis analiza los errores causados por el egoísmo y las vías pacíficas de solución. La visión catastrofista de marzo parecía real y hasta en la portada del posterior lanzamiento, la esperanza y el reencuentro se atisban como solución. De entre las cenizas de un cementerio nace sinuosamente un paisaje floral con pigmentos de otoño. La realidad ha cambiado y hay cierto positivismo en este trabajo.

«Black Bull» es fuerte: una voz estridente apoyada por un riff de guitarra recuerda a Queens of the Stone Age. La bestia es incontrolable y la tensión contra su ego y masculinidad es palpable. Hay fuerza y arrogancia en esta concisa pista. «Like Lightning» rebaja la crudeza con un delay cercano, un sonido más cerca de Black Keys, melodías en frecuencias medias no tan pesadas y una letra que habla de la falta de audacia si, a tu manera, consigues lo que te proponías.

Cuando una canción habla de “soñar” generalmente lo hace en tempos lentos. «Dreaming Of» arranca con un colchón de sintetizador casi palpable. Una nube cargada de capas brillantes y frecuencias cálidas que pronto rompen a un pop que te advierte de que si sigues soñando te perderás lo verdaderamente importante de la vida. Has controlado la furia, has salido de debajo de las piedras, actúa y deja de ensoñar sobre el futuro.

Aunque «Ikaria» es el séptimo corte, en minutaje se sitúa casi en la mitad de este LP. Una pieza a piano que pasa sin pena ni gloria ya que es un simple interludio para cambiar de tramo. «10.000 Feet» es la balada por excelencia y, aunque al líder se le oiga un poco forzado en momentos, la unión con la naturaleza que presenta acerca el proyecto a un punto en el que no queda claro si el regreso ha sido a un mundo terrenal. Con aullidos, ahora sí, controlados la energía del protagonista queda canalizada. La oscuridad se cierne sobre él y teme morir lejos de su hogar, allí donde pide que haya jazmín entre sus huesos en «Into the Surf». Foals allana el terreno a su «Neptuno», el cierre que se lleva un cuarto de esta segunda parte. Diez minutos confusamente bellos que, ahora sí, ponen punto y final al quinto trabajo de la banda de Oxford.

Con audacia han encarado la aventura de un disco que, no siendo conceptual al uso, se presenta como temático y con una idea narrativa muy clara. Que las veinte pistas forman un todo es evidente y por ello no hace que ninguna decena destaque sobre la otra. De nuevo la auto-producción da un resultado tan positivo como negativo y, aun pudiendo enmarcarse como lo mejor en la carrera musical de Foals, cuenta con pistas que en detalle se aprecian y en la escucha cómo quedan atrás, banales y poco memorables. Acotar su obra ha vuelto a ser una virtud y tanto el comienzo como la odisea de cierre así lo demuestran. Que entre guitarras limpias haya caña y distorsión cruda combinada vuelve a ser un acierto. Esta segunda mitad es, sin duda, una buena conclusión para su apuesta más aventurera, cargada de realidad social como pie a su ficción y concebida con adrenalina y pasión en un mundo en el que el single impera y una hora y media de proyecto musical atemoriza.

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