InicioConciertosCrónica Festival Tomavistas 2019: Beach House hipnotiza al Tierno Galván de Madrid

Crónica Festival Tomavistas 2019: Beach House hipnotiza al Tierno Galván de Madrid

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Este fin de semana, el Parque Enrique Tierno Galván de Madrid se llenó de magia con la celebración de la quinta edición del Festival Tomavistas de Madrid.

Y es que no podía ser de otra manera, con un cartel gobernado por las atmósferas sugestivas de Cigarettes After Sex, Beach House, Spiritualized, Cass McCombs o Deerhunter, aderezado soberanamente por la adrenalina en vena de Cala Vento, The Beths, Carolina Durante, Trepat o Yawners, entre otros.

Todo ello redondeado por una suculenta sesión vermú el sábado, con Cariño, Soleá Morente y Enric Montefusco, que demostró que gran parte de la calidad de este festival se sigue escribiendo con letra pequeña. Una larga lista de nombres de distinto tamaño y trayectoria, que completaron una experiencia brillante y satisfactoria: desde el rock lo-fi más terrenal, hasta sonidos sintéticos o exóticos.

Viernes 24

Los estadounidenses Beach House ofrecieron probablemente uno de los conciertos más grandilocuentes y espectaculares que haya vivido el Tierno Galván. Con el terreno allanado por las texturas relajadas del corto pero sugestivo repertorio de Cigarettes After Sex, Victoria LeGrand y Alex Scally, junto a su banda, lograron aprovechar el mood y elevarlo hacia lo más alto, otorgando un auténtico espectáculo audiovisual.

Sin mostrar la cara de los integrantes en ningún momento, el apabullante juego de luces esculpía sus siluetas contra un fondo sobre el que los de Baltimore creaban, en directo, un universo particular: mil texturas de colores o estrellas acabaron por dar paso a imágenes grabadas de unos ojos, o de ellos mismos interpretando los instrumentos.

Todo ello junto a la música: bucles infinitos, sobre bases ya míticas en el imaginario colectivo del dream pop –»Myth», «Lazuli», «Wishes», «Take Care», «Space Song», «Levitation»–, donde la voz de LeGrand es un instrumento más, que se contrae y se dilata en el tiempo según las necesidades del repertorio.

«Estoy muy emocionada»; «os queremos mucho»; «siempre que venimos es maravilloso», repetía brevemente la cantante, antes de volver a sumirse en ese trance sobre el teclado o ala guitarra, bailando sobre sus instrumentos en esa suerte de ritual en que se había convertido el concierto donde uno no sabía si cerrar o abrir los ojos, si estar de pie o tumbado sobre el césped, mirando –más bien imaginando– las estrellas del firmamento madrileño.

Junto a Beach House, los reyes de la primera jornada fueron Cala Vento. Los catalanes llegaban de Mexico a presentar en España, por primera vez, su último álbum Balanceo. Y así lo hicieron, con absoluta pulcritud, en cuarenta y cinco minutos y dejando a los fans pidiendo inútilmente «otra, otra». Y es que el tiempo pasó volando, entre temas nuevos y viejos, entre la calma y los pogos, o los coreos desgarrados. Cerró con «Fin de Ciclo» y removió por dentro, bien seguro, a todos los que allí nos arremolinábamos.

Dos actuaciones estelares, acompañadas de muchas otras en una primera jornada. Triángulo de Amor Bizarro, que llegaban tras mucho tiempo sin dar conciertos, llegaban algo antes de Cala Vento para recordarnos lo bien que hacen música y lo bien que suenan en directo. Presentaron algún tema nuevo y también sonaron sus últimos trabajos –»O Isa», «Les Llevaré Mi Cruz», «Baila Sumeria», «Barca Quemada»– para dar rienda suelta a un chorro de decibelios que hizo bailar a una multitud que se reunía ya en el centro y la escalinata del anfiteatro.

Completando el sonido más rockero de la primera jornada del festival, inevitable mencionar a Camellos y a Los Estanques. Los primeros abrían el festival a las seis de la tarde, con considerable afluencia ya, el mismo día que presentaban la versión editada del single «Arroz con cosas». Los segundos no tardaron en llegar, para ofrecer un repertorio breve entre los temas más desgarrados de su último disco y otros más livianos como «Clamando Al Error».

Y en el otro espectro sonoro, el más sintético, destacó por la noche, después de Beach House, Toro i Moi, que llegaba para presentar su último trabajo, ‘Outer Peace’. Sus ritmos que conjugan pop, RnB y electrónica subieron el ánimo de los presentes e incitaron al ánimo, con un sonido pulcro y una actitud carismática de Chaz Bundick. Especialmente en temas como «Who I Am» u «Ordinary Pleasure». Un final de fiesta muy acertado, con el broche final en la actuación de Digitalism ante los valientes frente a la brisa primaveral que aún se arremolinaban sobre el centro del anfiteatro.

Sábado 25

La sesión vermú del sábado fue uno de los puntos estrella del festival. En el escenario Dr. Martens abrían casi a las 13.00 horas Cariño, con su desparpajo tanto al habla como a la hora de hacer música. Presentaron dos temas nuevos –«es que teníamos que rellenar cuarenta minutos», bromeó María (voz, teclados)– e hicieron repaso de su repertorio, elevando las endorfinas incluso en temas como «La Bajona». Y es que ese pop incisivo, post tontipop, es absolutamente irresistible.

Llegó después una de las grandes sorpresas del festival: Soleá Morente, acompañada de Napoleón Solo para presentar su último disco ‘Ole Lorelei’. Es uno de esos discos que gana mucho en directo, con la voz portentosa de Morente y el amalgama de influencias que la rodean: psicodelia, flamenco, rock, pop… un auténtico espectáculo, probablemente una de las propuestas más interesantes del movimiento que comienza a replantearse el sonido flamenco en el panorama español.

Y para rematar esta mañana –aunque ya eran las 16.00 y el sol pegaba fuerte–, llegó Enric Montefusco, que recupera los sonidos de la canción popular para plantear muchas cuestiones. Aprovechó los descansos entre canciones para presentar su último disco y explicar el significado de alguna canción. Política, refugiados, educación, consumismo… se dan cita en el imaginario del catalán, que acudió rodeado de tres auténticos portentos –teclados, sousafón, violín, sonajeros, percusión, platillos, guitarras…– para hacer una auténtica fiesta, irónicamente, a partir de todo aquello que va mal en la sociedad. «Flauta Man», «Todo para Todos», «Himno de Europa» fueron de los temas más coreados, pero sobre todo destacó «¿Por qué me llamas a estas horas?», tema de su anterior grupo (Standstill), que desató la locura de los presentes.

Para acabar, se bajó a interpretar dos temas en acústico entre el público y así dio paso a la jornada vespertina, que comenzó con tres joyas extranjeras: el garage estadounidense de Frankie and The Witch Fingers, el rock progresivo de las australianas Stonefield y el sonido algo más pop de los neozelandeses The Beths. Los riffs cañeros, los «uh uh uhs», los coros y las letras veraniegas y joviales de esta última formación fueron una sorpresa total. Lo fue también el hecho que la cantante hablase español, Elizabeth Stokes. Repasaron los temas de su nuevo ‘Future Hates Me’, cuyo título indica ya el tono pop punk o emo de muchas de sus canciones, a las que sin duda estará bien seguir la pista en los años venidores.

Esa misma tarde, Morgan ofreció uno de los conciertos más emblemáticos del festival. La voz penetrante de Carolina de Juan se hizo dueña del anfiteatro principal durante un concierto breve pero intenso. «Sargento de Hierro», «Marry You», «Home», «Another Road (Gettin’ Ready)» sonaron con éxito, para rociar de melodías de americana al público. Pero fue, especialmente, «Flying Peacefully», el tema que logró la catarsis: «I don’t want to be afraid to be, at last free, flying peacefully», grita el tema a los cuatro vientos. Un sonido fresco, arrollador, que suena a muy lejos de aquí; para cerrar los ojos y dejarse llevar.

Y tras Morgan, Yawners comenzarían en un escenario poco favorecido por la posición del sol a esa hora –daba directamente en los ojos del público–, pero aún así lograron hacer sudar y dejarse la voz con esa especie de angst jovial y punk pop, que es su álbum debut ‘Just Calm Down’, lanzado este mismo año. Treinta y cinco minutos de concierto, aprovechados hasta la última gota, con temazos como ‘La Escalera’ o ‘Forgiveness’. Mientras tanto, gran parte del público se había desplazado para ver a Cass McCombs, duro competidor a Yawners. Un folk psicodélico con largas secciones instrumentales, ante el que cerrar los ojos y sumirse, arropado por los árboles que rodeaban al escenario.

Sonó su nuevo álbum ‘Sleeping Volcanoes’, aunque también hubo hueco para temas míticos como ese «Bum Bum Bum» de 2016. Un sonido delicioso, bastante distinto a todo lo que había dado el festival y una vez más, muestra de la diversidad de su cartel.

Tras Cass McCombs, la recta final estaría protagonizada, en el escenario principal, por Carolina Durante, Spiritualized y Deerhunter. Los primeros dieron un concierto muy efusivo, con una sorprendente cantidad de público bailando para ellos –el anfiteatro estaba lleno hacia arriba–: pogos, manteos… fueron la tónica imperante. Aún así, no pude evitar pensar que se les hacía un poco grande semejante escenario, algo contra lo que luchaba acertadamente esa voz mayúscula del cantante, Diego Ibáñez, y su pose excéntrica al recorrer el escenario, agachándose y retorciéndose en una suerte de espasmos, cuando menos, interesantes de ver.

La tralla garagera y punk continuó en el resto de escenarios. Por un lado, el Dr. Martens recibió a Hinds, quienes presentaron una canción nueva –inventándose parte de la letra– que continúa la línea de su anterior trabajo, y se limitaron a tocar algunas de las canciones más efusivas de su repertorio, donde quizás faltó «Rookie» pero estuvieron ‘Tester» –dedicada a todas las chicas–, «Finally Floating», «Castigadas en el Granero» o «bamboosito», como llamó Carlotta a «Bamboo». En la otra punta del festival, mientras tanto, sonaba el punk rock más jovial y cuidado de Terrier, que también acumuló e hizo bailar a un público nada desdeñable.

Pero los espíritus volverían a alejarse de lo terrenal en los siguientes conciertos. Primero fue Spiritualized. El británico subió al escenario principal junto a un coro y varios músicos para orquestrar una especie de ópera, entre el rock y el ambient, capaz de hipnotizar a cualquiera. Sin hablar mucho entre temas, se dedicó a encadenar las texturas sonoras de su último álbum al completo, ‘And Nothing Hurt’. Inevitable no pararse a escuchar y dejarse llevar por las melodías magistrales de Jason Pierce, que allanarían el terreno para su sucesor en ese escenario: Deerhunter. Pero antes, fueron muchos los que se desplazaron para ver a Mucho, cuyo directo me sorprendió gratamente. Martí Perarnau, ahora en solitario, sigue teniendo una base sólida de fans que no dudaron en darlo, bailar y cantar a sus filigranas.

De 00.10 a 01.15, Deerhunter se dedicó a presentar esa obra maestra que es ‘Why Hasn’t Everything Already Disappeared’, mientras colaba algún que otro tema antiguo, como «Helycopter» o «Desired». «No One’s Sleeping» o «Death In Midsummer» fueron otras dos joyas que elevaron a los presentes hacia otro plano. Una ecléctica mezcla, con sonido pulcro, que deleitó a fans y seguramente que convirtió a más de algún curioso. Aunque bien es cierto que, antes del último tema, parte del público empezaba a movilizarse –no sé si por no perder el metro o ver a Joe Crepúsculo–.

Pero allá ellos, que se perdieron un magistral final, en que Cox confesó que en Madrid «había visto a muchos perros felices» y que deseaba que la última canción nos hiciese «tan felices como a nuestros perros». Era «Coronado», de su ‘Halcon Dygest’, con un brutal solo de saxofón que no pudo evitar arrancar un grito de lo más profundo de mi alma. Absolutos ganadores de la noche y un broche perfecto para esta cita mágica ya consolidada en Madrid.


Fotografías: Beach House, Soleá Morente y Morgan de Javier Rosa (Festival Tomavistas)

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