InicioEntrevistasLígula: "Al final las canciones están para compartirlas" (2019)

Lígula: «Al final las canciones están para compartirlas» (2019)

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Han tenido que pasar cuatro años para poder tener a nuestro alcance auditivo un nuevo trabajo de Lígula, formación que debutó musicalmente en 2015 con el trabajo titulado ‘Distant Stairs‘. Aunque en esta ocasión, en contraposición con ese debut, el cambio se ha materializado y claramente se puede apreciar en el propio enfoque del proyecto, ya que en ‘El aire antes del viento‘ han pasado de cantar en inglés al castellano.

Y es que cuatro años han dado para mucho, especialmente en lo relativo a los cambios, cuestión que para la banda es «algo inherente al paso del tiempo y que se da aunque sea subconscientemente». Aunque, en lo que respecta a su visión del panorama musical, no ha variado mucho durante este tiempo ya que «intentamos sorprendernos, emocionarnos y dar lo mejor posible como grupo a cada una de las canciones».

«El otro día hablábamos entre nosotros sobre esto mismo y Diego (guitarrista) concluyó: hacemos pop»

Algunas de las experiencias que recuerdan con más cariño fue su paso por el festival SXSW de Austin —aquí puedes encontrar nuestra crónica de la celebración de 2018 de esta cita musical— y su actuación en Nuevo York, todo ello gracias al ganar el concurso Sona La Dipu: «fue una experiencia increíble cruzar el charco. Ver cómo es el público allí, la cantidad de conciertos que hay por toda la ciudad durante el festival en Austin, pasear por Nueva York (donde además nos encontramos a amigos). Además quedamos contentos con los conciertos que dimos, por lo que en conjunto lo recordamos como algo inolvidable, tanto en lo musical como en lo personal».

Sobre el SXSW, uno de los festivales con más renombres a nivel mundial debido a su propia naturaleza, también tienen claro que ojalá fuese un formato extrapolable en nuestro país. En este sentido habría que considerar el que «tendríamos que encontrarle un «algo más» a toda la idea y ver qué ciudad española tiene el tamaño y las ganas para alojar tantos conciertos… lo realmente potente del formato es que saca de sus zonas de confort y la lleva a todo tipo de lugares». En resumidas cuentas, la concepción del evento se puede resumir en una «una invasión de la ciudad y que crea una comunidad muy especial».

Una de las condiciones, especialmente logísticas, que repercuten a Lígula es el número de integrantes de la formación: 7. Por ello, dependiendo de cada situación, tratan de amoldarse: «para escenarios más pequeños intentamos reducir equipo y, si es necesario, tocar menos de nosotros. También hay otras veces que de por si no tenemos disponibilidad para tocar los 7, por lo que intentamos adaptarnos en distintos formatos (trío, cuarteto, quinteto…)».

Como suele ocurrir con cualquier entrevista a cualquier banda, las referencias a la «etiqueta musical» es una cuestión que no suele fallar. Respecto a esto la formación lo tiene claro: «las etiquetas, en el fondo, son inevitables y sirven para comunicarnos/intentar expresar ideas o conceptos sobre cosas que son muy abstractas». Algo que también conlleva un aspecto negativo, ya que «otra cosa es tomarlas demasiado en serio haciendo que al final sean limitantes de algún modo». Un planteamiento que hace unos días Lígula estuvieron comentando: «el otro día hablábamos entre nosotros sobre esto mismo y Diego (guitarrista) concluyó: hacemos pop».

«Cada uno elige cómo se relaciona con estos medios (redes sociales), me gustaría pensar que es posible el equilibrio…pero es difícil, claro»

Esto último es algo que genera una cierta paradoja, especialmente en estos casos en los que la música desprende un clima de soledad que contrasta con su exposición «hacia el mundo» en un concierto: «la exposición de lo personal hacia al mundo es cierto que es curiosa. Las cosas personales a veces también son muy universales. Resulta bastante místico que algo que nace de esa introspección pueda ser entendido o apreciado por otro que está delante y ni conoces. Es una magia que engancha. A veces te sientes un poco desnudo, pero al final las canciones están para compartirlas».

Todo ello se plasma claramente en los directos, «esa vivencia puede verse afectada por el espacio, el público o lo que tengas dentro ese día a la hora de compartir ciertas canciones. Tal vez los creadores e intérpretes estén siempre buscando los límites de esa línea, entre lo personal y lo que haces para tí, y el vínculo o enlace para que los demás puedan vivirlo y disfrutarlo. Es, sin duda, una disyuntiva, creo que necesaria y motivante».

Dentro del binomio cantante-oyente, especialmente en la actualidad, se encuentran nuevas herramientas digitales que han generado un cambio de paradigma. «La existencia de medios digitales te permite acercarte más a gente desconocida, ir ampliando poco a los círculos en los que se te conoce… pero lo que no cambia es el directo, sigue siendo una experiencia insustituible y, por lo que parece, cada día más valorada». De hecho su consumo de música también entra de éstas nuevas posibilidades, «escuchamos música como la gran mayoría: Spotify, Youtube… », aunque «también sobrevivimos en el grupo algunos románticos de los discos y vinilos, pero en comparación con toda la música que escuchamos digitalmente no deja de ser algo anecdótico… aunque muy bonito y que, de una u otra forma, perdura».

Por supuesto la redes sociales es algo que también va en la tendencia social: «la música que escuchamos tiene que ver y va de la mano con las tendencias y las formas de vivir actuales». En lo que respecto a los músicos, «cada uno se relaciona con éstas redes de la forma que puede y quiere, intentando utilizarlas de la mejor manera y tratando de que no acaben despistándole de lo que importa». Volviendo al lado oscuro: «a veces la sensación es que vivimos en un mundo guiado por «el que no corre vuela» donde tenemos una especie de guerra abierta por vender en todos los sentidos, lanzar «tu producto» al mar de gente e intentar que el máximo número posible lo pesque. Todo lleno de estadística y de números. Cada uno elige cómo se relaciona con estos medios, me gustaría pensar que es posible el equilibrio…pero es difícil, claro».

Retomando (o iniciando) lo verdaderamente musical, ‘El aire antes del viento’, su proceso de composición «ha tenido soledad, introspección y meditación interior que también tuvo ‘Distant Stairs’, al menos de las bases de las canciones». Ideas que plasman un cambio, un cambio de 180º: «cuando hablábamos del disco pensábamos en la idea de cambio en general, de la aceptación de unas fuerzas superiores que ponen todo patas arriba y que según el tipo de persona que seas pueden ser más o menos difíciles de encajar, pero que hay que aceptar y sobrellevar». Pero también había un contrapunto, «los orígenes, las cosas conocidas y queridas que intentas guardar en algún lugar especial para que te acompañen en el camino».

«Los festivales forman parte de alguno de los momentos más esperados por la gente que disfruta de la música en vivo»

Temas como «Gdansk» o «En las aceras» muestran esto comentado, exponiendo en el primer tema nombrado la idea de «el sueño se va si lo piensas», un sueño que en este caso es «la libertad, el movimiento, la satisfacción de encontrar cada cierto tiempo que avanzas, el encuentro con las respuestas o las preguntas que andas buscando». Y también hay canciones, siguiendo este planteamiento, como es «Fluxus», cuyo origen expone esa variabilidad: «fue una aportación muy curiosa de Pau Paredes que empezó a jugar sobre arreglos del disco, dándoles la vuelta con efectos y tocó ese piano encima. Lo vimos tan chulo que se quedó». Pau que, a su vez, propuso el orden del disco: «nos lo propuso semanas después de acabar el disco, solamente incluimos un cambio (si no recuerdo mal) y ya estaba».

Los conciertos, como ya habían comentado al responder a otras cuestiones, es algo a lo que Lígula tenía muchas ganas, especialmente de cara a presentar este segundo trabajo después de tanto tiempo: «hemos tocado los primeros conciertos (Valencia, Barcelona, Aranda de Duero y Madrid) presentando este disco y, en general, estamos contentos, ¡con ganas de más, la verdad!». Y cuando hablamos de conciertos ya es inevitable pensar en festivales, una alternativa que cada día está más en auge debido a la gran oferta existente en la actualidad: «los festivales forman parte de alguno de los momentos más esperados por la gente que disfruta de la música en vivo. Los hay de muchos tipos, así que al final dan la posibilidad a muchas músicas de hacerse escuchar por un gran público». Aunque también hay espacio para la reflexión, ya que «quizá la idea de música fiestera/música festivalera sea solo un concepto un poco estereotipado y encorsetado de los festivales, pero cada vez hay más hueco para la diversidad».

Lo que está claro, como así expone Lígula es que «las expectativas serían hacer conciertos que sean experiencias, tanto para nosotros como para el público y ojalá que ese público poco a poco crezca y se queden con ganas de repetir. Esa expectativa, ese sueño, siempre ha estado ahí aunque sea de forma silenciosa».

Un planteamiento que se asocia a su recomendación para escuchar ‘El aire antes del viento’: «dando un paseo en tu ciudad y, por arriesgarme más, una tarde de domingo». Y también consecuente con las propias influencias musicales del trabajo: McEnroe, Wilco, Jorge Drexler, Sufjan Stevens, Los Piratas, Damien Jurado, Efterklang, K. Morby… y con, bajo su punto de vista, mejor disco de lo que llevamos de año, ‘La queja Aleja’ de Leo el Cigüeña.

Por cierto, en el caso de que no hayas tenido la ocasión de verlos en directo (o quieras repetir), formarán parte del Sonorama Ribera 2019. Concretamente será durante la jornada del jueves, aunque todavía se desconoce en qué escenario y a qué hora.

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