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El Petit de Cal Eril: «Nuestros álbumes están tan cerca que a la vez se alejan» (2019)

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El Petit de Cal Eril ofrece quizás uno de los sonidos más interesantes del territorio peninsular en la actualidad. A lo largo de siete trabajos, desde 2007, ha ido fraguando un estilo propio, que puede beber de muchas influencias –se le ha denominado folk rural, jangle pop, pop psicodélico– pero en última instancia es único y, por cierto, uno de los más internacionales que existen a día de hoy en España. Letras entre lo críptico y lo juguetón se arropan entre sonidos que, poco a poco, han ido abandonando lo acústico para adentrarse en un mundo más electrónico y atmosférico.

2019 ha sido un buen año para este proyecto encabezado por Joan Pons. Tras haber fraguado el concepto de pop metafísico junto a su colega Ferrán Palau, el pasado mes de marzo organizaban el I Festival del Pop Metafisic, en Ponts, Lleida, un evento totalmente autogestionado que contó con grupos como Marïalluisa, Germá Aire o Núria Graham. Dos meses más tarde y sin previo aviso, el grupo de Pons ha lanzado un nuevo álbum, ‘Energia Fosca‘, cuyo sonido minimalista parece distanciarse del aclamado ‘△’, lanzado hace tan solo un año.

Leyendo el Bandcamp del disco, vi que en la descripción decíais que «colisiona íntimamente» con los dos anteriores. A raíz de esto me gustaría saber ¿de qué manera crees que ‘Energia Fosca’ se encuentra o dialoga con sus dos predecesores?

En realidad esto no lo escribimos nosotros [risas], pero es cierto que la «colisión» es una palabra que me suscita mucho. En este sentido, es como que nuestros álbumes están tan cerca que al mismo tiempo se separan. Como el positivo y el negativo de los imanes, que intentas acercarlos pero se apartan. Para mí es un poco esto: son discos que están muy seguidos los unos de los otros y el esfuerzo está en alejarlos, tanto en el plano sonoro como conceptual. Este siempre ha sido uno de los factores al empezar a grabar un nuevo disco, especialmente en estos tres últimos: que se parecieran lo mínimo al anterior.

¿No hay nada que continúe la línea sonora, entonces?

Para mí, no. Es como que la semilla sí que es la misma, porque más o menos las canciones siempre salen del mismo sitio, pero no tienen nada que ver. Ninguno de los tres. Si pudiéramos, aún los habríamos diferenciado más. Creo que son muy distintos, tanto en su instrumentación como en la sonoridad.

¿Y seguimos hablando de pop metafísico o ya abandonamos el término?

Es que esto del pop metafísico es algo que en realidad no existe. Es una etiqueta que nos hemos inventado nosotros, que es práctica para ubicar a la gente, a los periodistas, a los programadores… para ubicarnos en un sitio. Pero nosotros nunca vamos a hacer un disco pensando en hacer pop metafísico, sino más bien al revés. Justamente, siempre hemos evitado hacer música de estilo. Es por eso que la etiqueta de pop metafísico es tan poco musical. Muestra una intención por hacer pop y también está relacionada con las letras, que hablan de conceptos que van desde lo más pequeño e íntimo, hacia lo universal, por lo que tiene que ver con esto de la metafísica. Pero en verdad nunca vamos a grabar un disco pensando en hacer este género.

Cuando empecé a leer sobre esto del pop metafísico en entrevistas y me puse a investigar sobre el término, me daba la impresión de que más que una etiqueta, era una no etiqueta, una forma de liberaros de aquellas que os imponían desde fuera.

Exacto, totalmente. Es el anti estilo, la anti etiqueta [risas]. En verdad nos ha ido muy bien porque, más allá de los grupos que estamos en paralelo haciendo cosas de este universo, hay mucha más gente. Personas que hacen el diseño gráfico, el sonido, muchos de los amigos que vienen a ver los conciertos… Es como una pequeña comunidad, y yo creo que es más importante esto que el estilo. Al final cada uno intenta hacer sus discos, a su manera, con su estética, pero sí que hay un pequeño universo ahora. Solo por eso ya ha valido la pena. Hemos podido hacer un festival y tenemos como un pequeño colectivo.

Sí, de hecho quería preguntarte por el festival. ¿Qué tal estuvo? Tenía pintaza, la verdad.

Estuvo muy bien. Para nosotros fue un antes y un después. Es algo que siempre habíamos querido hacer: montar un festival nuestro, con nuestro criterio. Fue muy guay. Un festival autogestionado, totalmente sin marcas, donde todos los músicos cobramos lo mismo e intentamos hacer lo que nos gustaría a nosotros ver en un festival. Estaba hecho a nuestra medida.

La idea ahora es hacer otra edición, y también tenemos un proyecto para hacerlo en tour. Nos molaría ir a Madrid, ya que para nosotros es muy complicado ir allí y llenar una sala individualmente. Porque no nos conoce tanta gente, porque cantamos en catalán… Pero creo que si nos juntáramos todos e intentáramos hacer lo que hemos hecho aquí, hacerlo en otra ciudad creo que podría funcionar. Y ahora estamos pensando en eso, estamos buscando espacios para ello.

En relación con esto, ¿cómo ves la escena en Cataluña y cómo crees que se ve desde fuera? A mí me parece que cada vez es más visible lo que se hace en catalán.

Nosotros siempre hemos intentado hacernos nuestro propio sistema, nuestro circuito en pequeño formato. Hemos trabajado mucho en eso, en cultivar una escena aquí, donde vivimos y con lo que tenemos más cerca. Intentar llegar a otros puntos más alejados de nuestro día a día es más complicado, pero el tiempo nos ha dado la constatación de que más o menos ya tenemos un circuito que funciona y sí, la verdad es que hay muchos grupos y hacen cosas interesantes.

La pena es que a veces haya como esta barrera que hace que en sitios tan cercanos, como puede ser Madrid o Zaragoza, casi nos sea imposible o sea difícil ir a tocar. Pero es un poco cosa nuestra también: este último año hemos intentado salir más, ir a sitios, y la verdad es que siempre funciona. Lo complicado, también, es encontrar programadores que se arriesguen y después gente que quiera venir. Pero en eso todos tenemos nuestra parte de responsabilidad y, para nosotros, es importante salir y buscar nuevos lugares.

Existe un poco la tendencia de que los grupos que pueden moverse tienen que cantar en inglés o en español y si no, es más difícil. No hay tantos grupos franceses, holandeses o alemanes, por ejemplo, que vengan aquí a tocar. Lo de la lengua es un tema que se ha estandarizado, una moda y al final las modas hay que romperlas haciendo las cosas. Nosotros cantamos en catalán porque pensamos así; es nuestro idioma materno y ya está. Y la forma de sentir que estás haciendo algo auténtico es siéndolo.

La forma de sentir que estás haciendo algo auténtico es siéndolo.

Y yo creo que de todas formas, grupos como vosotros, entráis por el sonido mucho antes que el idioma.

Sí, claro. Al final, lo del idioma es como un instrumento. Tocamos con una guitarra, una batería, unos teclados y unas letras, unas palabras. Por eso nosotros tenemos que naturalizarlo y después la gente ya hará lo que quiera. Nosotros tenemos que intentar eso, que la gente nos conozca, cantemos en lo que cantemos.

Entonces podemos esperar que la gira de presentación del disco pase por la geografía peninsular, ¿no?

Sí, sí, siempre. De hecho, el primer concierto que dimos fue en Madrid, en el Día de los Museos de Radio 3, en el Reina Sofía. Y tenemos muchas ganas de seguir, con algún festival ya cerrado para este verano, o sea que sí. La intención es tocar en todos los sitios.

Bueno, pues qué bien.

Yo creo que sí. Ganas hay. [Risas]

Volviendo un poco al disco, ¿podrías contarme cómo fue el proceso de producción, si teníais ya alguna estructura o concepto muy pensado…?

Pues fue un disco muy rápido. Los últimos dos discos han sido así. Cerca de fin de año, en una semana o dos lo escribí. El 17 de enero empezamos a grabar y lo hicimos en diez días. Lo que salió es el disco. No estaba preparado de antes y los del grupo no habían escuchado nunca las canciones. Cada día tocábamos una y la grabábamos.

Lo que sí teníamos claro eran las líneas de producción, de manera general: no queríamos un disco con muchas capas, sino con pocos elementos y que cada uno tuviera su espacio y su protagonismo. Que la caja fuera súper importante, el bombo, el bajo, una pista de teclados, la guitarra… Es decir, que cada instrumento que pusiéramos tuviese su espacio y su peso. Y esa fue un poco la línea más importante en la producción, para que sonara lo mejor posible, dentro de nuestras posibilidades.

Esta estética, muy cruda, lo deja también en un disco con muy pocas pistas pero para mi gusto suena muy bien, porque hay espacio para los elementos. Y esta era un poco la idea. Además, hace bastante que los cinco tocamos juntos y hacemos bastantes conciertos, por lo que podemos permitirnos arriesgar bastante y las canciones se montan casi solas. Las vemos venir y enseguida fluyen. Algunas cuestan más y otras menos, pero ya te digo, fue muy divertido y muy plácido hacer el disco.

No queríamos un disco con muchas capas, sino con pocos elementos y que cada uno tuviera su espacio y su protagonismo.

Uno de los principales cambios en la instrumentación fue pasar de dos baterías a una, ¿cómo fue esto?

Sí. Pues fue con este ánimo del principio, el de intentar sonar diferente. Para este concepto de producción, más crudo, era muy complejo justificar lo de las dos baterías: nos daba mucha densidad y justamente era lo que no queríamos. Fue una decisión de producción y también pensando en el directo, donde teníamos ganas de cambiar, de poder buscar otra sonoridad. Ahora, el otro batería –el músico Jordi Matas– pasa a tocar la guitarra de doce cuerdas y teclados, y claro, esto ha hecho un cambio en la banda que también afectará a las canciones antiguas. Es muy guay, porque si en dos años estás tocando las canciones de la misma manera te cansas mucho más, pero si haces cambios, las canciones cogen aire otra vez.

¿Y cómo afrontáis el directo ahora? Tanto a nivel sonoro como de puesta en escena.

Justo este fin de semana hemos hecho el primer concierto y se figura todo muy nuevo. No hace ni dos meses que acabamos la gira del otro disco, ha sido un parón muy corto pero hemos cambiado los instrumentos, las guitarras…, todo lo que hemos podido. Suena muy diferente para nosotros y es guay, porque te hace sentir que estás innovando y esa era un poco la intención.

Hemos diseñado también un sistema de luces, una instalación que controlamos nosotros. Son como unas bolas que recuerdan a las que hay en la portada del disco y que se van iluminando según la canción. Estamos muy emocionados con ello también.

¡Qué pasada!

Sí, nos lo hemos montado bastante nosotros pero nos gusta así, que cada concierto, cada espectáculo de la gira, tenga algo, que vaya mas allá de la música: que estés viendo algo específico. Y con este disco, que habla de la luz básicamente, tiene mucha importancia el tema de las luces.

Nos gusta que cada concierto vaya más allá de la música: que estés viendo algo específico.

El Petit de Cal Eril
Credits: Roger Guaus

¿Y esto de hablar de la luz, del concepto de energia fosca, de donde viene?

Fue muy curioso: estaba en el coche en diciembre y escuché por la radio que hablaban de esto de la energía oscura. Es un concepto que desconocía pero luego, cuando empecé a escuchar y a leer de qué iba, me gustó mucho, me pareció muy inspirador para hacer un disco. Después me olvidé un poco de eso pero quedó ahí la idea. Y cuando empecé a hacer las canciones, volvió.

Siempre me viene bien tener un concepto, aunque sea muy genérico: un tema amplio que ponga los límites. Me gustan los discos que son cerrados, que son fáciles de entender y explicar. Poder decir: «este disco va de esto».

¿Y cómo trasladas un concepto así de genérico a la letra de nueve canciones?

Pues se hace un poco solo. El concepto de energia fosca habla del universo, de los agujeros negros, donde el espacio se pierde y la materia desaparece, pero para mí esto también está dentro de las personas. ¿Qué pasa cuando te mueres, a dónde va a parar tu conciencia? Y esta relación entre las cosas grandes y las cosas concretas siempre me ha gustado. Para mí la energia fosca es lo que cada uno tiene dentro de sí para que las cosas pasen: por qué andas, por qué vives, por qué quieres… todo: ¿por qué existes?

Y es un poco la relación entre lo mas inmenso y lo mas pequeño. Al final es un tema que siempre ha estado en todos los discos del Eril, pero es como que siempre voy buscando diferentes ángulos de visión sobre este tema.

¿Crees que con esto se define el universo propio que habéis creado con vuestra obra?

Sí, un poco sí. No de manera consciente. Cuando estamos haciéndolo no lo pienso, pero cuando lo analizo, cuando me hacen preguntas de este tipo, sí que veo que se ha ido construyendo un discurso y que va ganando mucho peso esta relación. Además de otras cosas, como la sensación de que estamos cantando a una segunda persona. La relación entre la música y el «tú», y ese «tú» muchas veces puedes ser tú mismo también. Es como esta relación entre uno mismo y el espejo.

He visto que has comentado, en ocasiones, que a la hora de escribir las letras, escribes desde el subconsciente, sin tratar de buscarles un sentido exacto. ¿Cómo abordas el proceso?

Pues para mí es muy complicado de explicar y de hacer. Me cuesta mucho hacer las canciones. Si me costara menos, haría más discos, haría uno cada tres meses. Es difícil encontrar ese espacio en que dejas que vayan saliendo las ideas y las palabras para hacer la canción. El proceso es como si fueras a pescar: te vas a mar abierto, donde sabes que hay millones de peces, tiras un anzuelo con un hilo minúsculo y tienes que esperar a que un pez se quede ahí y muerda el anzuelo. Es un poco esa sensación pero en el cerebro. Tienes que ser paciente, tener horas.

Normalmente mi caña de pescar es una guitarra y estoy ahí mucho tiempo hasta que van saliendo las letras. Normalmente cuando saco una palabra, de ahí empieza todo: se construye la melodía y la letra. Me es muy difícil de explicar pero sí, es una escritura muy automática al final. No es que piense la letra, sino que estoy ahí hasta que sale algo que me gusta: a veces es más de rechazar, cuando hay canciones que me salen y ya veo que no me gustan. Lo que no podría hacer es lo contrario: tener un tema y construir una canción a partir de él. Eso nunca me ha salido bien.

Me cuesta mucho hacer las canciones. Si me costara menos haría más discos, uno cada tres meses.

¿Y a nivel sonoro, ha habido alguna influencia premeditada?

Normalmente cuando estamos grabando no escuchamos música, eso es bastante sagrado. Si escuchamos cosas, intentamos que sean muy distintas a lo que estamos haciendo. Pero a posteriori sí que he visto algunas referencias que no son muy obvias pero para mí han tenido peso en el concepto del disco. Y es que el verano pasado escuche muchísimo el disco de Frank Ocean, ‘Blonde’ (2016), que me influyó mucho por esa sensación de vacío, de pocos elementos, donde la melodía de la voz y los instrumentos tienen su espacio y su peso. Cuando lo estaba haciendo no lo pensé pero ahora, en la distancia, creo que sí fue bastante determinante para el tipo de producción.

Otro que tuvo bastante influencia a nivel más técnico fue ‘Why Hasn’t Already Everything Disappeared?’ (2019), de Deerhunter. Cuando habíamos grabado ya el disco, salió este álbum y nos gustó mucho cómo sonaba, aparte de ser muy bueno. Investigamos quién lo había masterizado y descubrimos a Heba Kadry, que también ha colaborado con otros artistas como Cass McCombs. Le escribimos, a ella le encantó el disco y accedió a colaborar. Fue como un flechazo, amor a primera vista, y salió un resultado increíble, con el que estamos súper contentos.

A mí, alguna canción me ha recordado bastante a The War On Drugs, también. Sobre todo al último álbum.

¡Ah, qué bueno! Esto nos lo habían dicho también con el otro. Es un disco que hemos escuchado, que conocemos bien y sí. A mí por ejemplo me gusta más Kurt Vile y sí que alguna canción, sobre todo con el tema del bombo, caja muy simple que va marchando, me recuerda también a algo del nuevo disco. Pero sí, sí, toda esta gente: Kurt Vile, The War On Drugs… son discos que escuchamos.

Leí también que grabásteis en un estudio con energía solar. ¿Cómo influyó esto al disco?

No era un estudio, era una masía: un caserío perdido en las montañas de Tarragona, en Prades, donde se organiza yoga y experiencias místicas. Es un sitio muy especial y bastante inhóspito. Tenía una sala muy amable, con el suelo de madera, ventanas a las montañas y, al estar tan aislada, no había corriente normal, sino que toda la casa iba con placas solares. Esto, cuando empezamos a grabar, fue como una revelación: aún no tenía muy claro el nombre del disco, pero cuando nos dimos cuenta de que todo iba a ser grabado con energía solar, pensamos que tenía que llamarse así [risas]. Fue la guinda.

También tuvimos que ser conscientes de gastar la mínima energía posible, ya que no era ilimitada. Apagar mucho las luces, trabajar con lo mínimo posible… Conceptualmente, esto encajaba perfectamente con lo que queríamos hacer en el disco. Al haber pocos elementos teníamos, por ejemplo, un micro para grabar el amplificador, dos para la batería, y todo lo que no era necesario estaba parado. Una mentalidad que nos dirigía hacia la dirección que queríamos, es curioso.

Pues sí, la verdad. Y ya para acabar, quería preguntarte cómo ves vuestra trayectoria al echar la vista atrás. ¿Qué queda un poco del proyecto original de El Petit de Cal Eril? Porque a nivel sonoro habéis evolucionado mucho desde 2007.

Pues queda lo más importante: la semilla. La energía es la misma y ha ido cambiando de forma. Pero al final todo sale de un mismo punto y creo que esto no lo hemos perdido. Los discos son diferentes, desde 2007 a lo de hoy, es otro mundo lo que hacemos; pero alguien que escuche el primero y el nuevo creo que puede reconocer al mismo grupo en ambos.

Al final hemos cambiado muchas cosas pero la esencia es la misma. Es algo de lo que no me sentía muy orgulloso pero ahora veo que es guay, que está bien que no perdamos esto y que si queremos cambiar de esencia, hagamos otro grupo, que sería otra posibilidad. Como el nombre, que muchas veces había pensado en cambiarlo para salir de Cataluña porque es largo, complejo y difícil de explicar, pero me he dado cuenta de que no, que es parte del grupo y que para cambiarlo habría que hacer otro grupo. Pero este proyecto no puede existir con otro nombre. Hay cosas que están ya muy sólidas en el proyecto y que está bien mantener. Me gusta que hayamos cambiado pero que no hayamos perdido la esencia.

Me gusta que hayamos cambiado pero que no hayamos perdido la esencia.

¿Y hay algo de nostalgia por lo acústico?

[Risas] Pues justamente el otro día estábamos hablando de hacer un disco nuevo y que ha llegado el momento de hacer un disco acústico al cien por cien, con guitarra acústica, batería y piano. Puede que el próximo sea así.

Seria interesante, ¿no?

Sí, sería radical, pero también es que los discos de ahora son fruto del directo. Nos gusta mucho tener el sonido controlado en el directo y, con elementos acústicos, en un escenario grande, siempre va a sonar mejor una guitarra eléctrica que una acústica. Creo que es el gran handicap. Si tocamos en acústico, mi idea de gira sería hacerlo a pelo, en sitios pequeños. Y claro, ahora nos gusta lo otro.

Bueno, hay tiempo para todo.

Sí, claro. La esencia es ir haciendo discos y no parar. Podemos hacer cambios sustanciales en las giras y buscar otros circuitos al mismo tiempo.

El Petit de Cal Eril
Credits: Roger Guaus

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