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VAMPIRE WEEKEND – FATHER OF THE BRIDE

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El género pop, al igual que la comedia en el cine, no es proclive de ser tomado en serio por la crítica. En la actualidad, a pesar de que la apropiación cultural está medianamente normalizada (la música popular la tiene por sustento) algunas personas, generalmente blancas y “privilegiadas” socialmente, suelen ser atacadas duramente por recurrir a ella. Ezra Koenig sin duda tiene muchas razones para ser odiado: es blanco, estudió en la universidad privada de Columbia, hace una música de carcasa anodina en la que sin embargo ‘vampiriza’ estilos de corte reivindicativo o raíces que le son ajenas… Por todo ello sorprende comprobar el mundial éxito de Vampire Weekend, la ambigüedad de su música, la amplitud de sus miras o la tremenda acogida que han obtenido con cada uno de sus álbumes.

La música que ejecuta la banda estadounidense (que ya no cuenta con Rostam) puede parecer cínica, relamida, irónica y por tanto detestable; pero no es una cuestión de tendencias, la música de Vampire Weekend es necesaria y a día de hoy prácticamente única. No existen (ni han existido nunca) muchas bandas de art pop capaces de crear un concepto tan complejo y desarrollado como el de Father Of The Bride, llevándolo a cabo con atino, humor y desconcierto. Para su cuarto LP Ezra y compañía se han propuesto recolectar a modo de collage más o menos coherente, miguitas de la historia judeo-cristiana de los últimos 100 años, yuxtaponerlas con una relación amorosa y sintetizarlas a través del -esta vez sí, muy revisado- gran problema de la crisis ecológica y económica actual. Todo esto lo intentan sin renunciar a su sonido francamente inofensivo, lo que resulta por momentos indignante a la par que encantador. Con ello Father of the Bride llega en muy buen momento, y no porque seis años sean una espera aceptable, sino porque el disco tiene luz y color para la época primaveral.

Koenig nos propone un recorrido por sentimientos como la culpa (hacia el planeta por lo que le hemos hecho, hacia el marido por la infidelidad) o una readquirida crisis existencial. Esta segunda, que sobrevolaba todo Modern Vampires of the City, se ha transfigurado en la mudanza New York-Los Ángeles, y, en esta ocasión, no copa el disco. A pesar de ello la notamos en potentes temas como This Life o Unbearably White; siendo el segundo de ellos mejores cortes de todo el trabajo. Otra de las figuras retóricas que utiliza Koenig, la serpiente rodeándose a sí misma, es una clara referencia al eterno retorno de estos sentimientos negativos, de la persecución racial, de la generación y destrucción industrial… Y otra ambigua referencia, pues este signo pagano se contrapone con fuerza a su origen judío. Así Vampire Weekend no dejan de revolverse entre la provocación infantil y la ruda crítica cultural, como en la canción de techno-flamenco Sympathy, que habla de la reconciliación del Judaísmo y el Cristianismo en la convergencia de un nuevo “enemigo”, un diferente: el Islam.

Permitiéndose una buena ristra de referencias políticamente incorrectas, Ezra Koenig sin embargo no deja de mostrarse alienado por la imagen que da su grupo. Así Father Of The Bride resulta ser un disco especialmente autorreferencial, no tanto a nivel personal sino como corolario del recorrido de Vampire Weekend. En él reaparecen con el filtro indie-blanco el hip hop, algunas sonoridades africanas, Ska, Reggae… Con un matiz de madurez y templanza que ya resonaba en MVOTC, pero que aquí termina de cerrarse. A pesar de ello no hay catarsis, no hay una reconciliación; y donde toda la representación parece confluir no hacen sino resaltarse las diferencias. Estas son de todo tipo: moral, religioso, de estilos musicales, de perspectivas históricas, de productos de consumo… El cuarto trabajo de los de New York reivindica la pluralidad y frustra la opción del entendimiento, o al menos resalta que lo único que nos hace iguales es esa diferencia.

Father Of The Bride es un álbum sobre la dispersión, sobre el auge del populismo y la pluralidad mal ejecutada; un LP que trata de congregar en torno a sí mismo una cantidad enorme de símbolos de la cultura occidental, y en su ambición pierde un poco de perspectiva y de cohesión. Esto se ve en una ligera falta de “hits” y en la -aparentemente arbitraria- disposición de alguno de los temas. Pero también es un álbum que sólo Vampire Weekend podrían haber hecho, un disco divertido, hermoso y de una complejidad pasmosa en la que es fácil perderse. Sólo el tiempo dirá cómo envejece, pero el mérito y el encanto de la banda de Ezra Koenig continúa prácticamente intacto.

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