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THE NEW RAEMON – COPLAS DEL ANDAR TORCIDO

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Ramón Rodríguez se sitúa en el mundo con cada disco. Trazar las coordenadas internas y externas, ubicarse en el vórtice real y poder proyectar esas imágenes en las canciones hacen que Coplas del andar torcido sea su obra más visceral. Ataca a las estructuras del sistema con la serenidad de ser parte de sus mecanismos pero provocando una mirada de frente, una hiperconsciencia de todos los engranajes de un sistema fuera de sí y un plan para el que nos tienen enganchados y distraídos. 

Los años no pasan en balde, la mirada es más lúcida pero el carácter se avinagra, las heridas curten y un sabor amargo acompaña la mera existencia. Pero la obra de The New Raemon siempre deja chispazos para el optimismo. La proyección real del mundo hace que su visión se alce sobre la espesura hasta más allá de la fragosidad imperante. Una llamada a parar un momento y mirar lo que nos rodea y tantas veces obviamos.

Sin perder el poder del lirismo, es este disco el que tiene mayores vislumbres poéticos dentro de su lenguaje, marcado siempre por lo cotidiano, y que aquí se transforma en profundo y épico. Una suerte que también se transmuta en osados estribillos evocadores, y me lleva a repetirlos inconscientemente varias veces al día. Juegos sonoros con ideas preclaras, hechas para tocar la fibra y hacer pensar sin repetir los patrones sonoros del pasado.

El camino de la inspección también vira hacia adentro. Ramón se visualiza como individuo resignado que ya pasa de los cuarenta —«Ya cumplidos los cuarenta y tres la comedia está avanzada»—. En algún lugar estará aquella forma de querer romper los cánones de forma colectiva que quedó como otra de tantas modas provocadas por la influencia de las marcas de ropa y los anuncios televisivos. El camino del pop se diversificó gracias también a su inherente carácter individualista.

A  favor de eso tenemos propuestas valientes como las de The New Raemon que han evolucionado indiscutiblemente. Sabemos como suena hoy pero no sabremos como sonará en los próximos proyectos. El propio proceso está en continua transformación.

Ya queda lejos aquel A propósito de Garfunkel de 2008. Es interesante como la temática y la sonoridad han ido cambiando desde aquella frívola mirada a los placeres ordinarios hasta la temática del disco que nos presenta, con la vocación de desentrelazar claroscuros de la entraña y empujando la denuncia política de la existencia, el control de las masas  y una palpable interpelación a la misma la industria musical.

Incluso en el disco anterior Una canción de cuna entre tempestades se percibía una reconexión con algo tan potente y bello como es la mirada infantil dentro de estos tiempos inciertos. Parece que Ramón responde con este disco las preguntas que se formaron con el disco anterior; todo eso se ve superado cuando dice «Empezamos a morir al nacer, luego brota la semilla del miedo, la del odio crece después».

Hasta en las tareas rutinarias de cada mañana observa movimientos repetitivos y absurdos que asumimos como normal en este mantra:  «Levantarse, acostarse, sentarse, levantarse. Acostarse, caminar, levantarse, acostarse, sentarse a trabajar». Encuentra belleza en aprendizajes que solo se dan cuando uno se da de frente con la muerte y el paso del tiempo. «La vida quita, la vida da. Lloraran por ti hasta el final del duelo». Mostrándonos evidencias a las que llegas solo después de haber recorrido parte del camino: «Vamos hacia la bondad por el camino más largo».

The New Raemon también ofrece una mirada íntegra y honesta a su propia persona desde el propio título que apela a su andar torcido, un deje al caminar, que no mucha gente conoce y que él mismo reconoce en las entrevistas, a consecuencia de un accidente muy grave cuando apenas tenía 15 años. «Aprendí a cojear de forma adecuada. Sin demasiado esfuerzo. Aprendí abrazar mi vulgaridad».

A nivel vocal se sale de su habitual registro sonoro acercándose al cante aflamencado en Días de Rachas Grises junto a Anni B Sweet o desatándose hacia las notas más altas en los finales de los temas como sucede en El Árbol de la Vida.

Vuelve a confiar en sus habituales ayudantes Salvador D’Horta a la batería y Javi Vega al bajo en un disco grabado de nuevo en La Mina (Sevilla) con Raúl Pérez a los mandos. Los paisajes sonoros nos envuelven con esos halos espectrales en un abrazo sobrecogedor. Son ecos que vuelven de otras dimensiones creadas por David Cordero (Úrsula) a partir de otras y manipuladas por este experto adulterar el ruido como ya pudimos en  escuchar en solitario El Rumor del oleaje.

A ellos se suman los coros de Anni B Sweet en estado de gracia y el chelo de Antonio Fernández Escobar que llevan los temas hacia la banda sonora y ejercen un poder de evocación cercano a lo fílmico. Quizá es que yo también me estoy acercando inexorablemente a los cuarenta y me siento partícipe de estas mismas diatribas: la máxima de conocerse a uno mismo, conocer el sistema y a partir de ahí decidir qué hacer.

Seguir o no, parar, callarnos, gritar, aguantar, empujar romper o pasar al siguiente nivel. Al menos es un gusto saber que aún hay gente esforzándose en que la música sea algo más que un mero acompañante y que la canción tenga el poder de interpelarme, removerme la conciencia e incluso hacerme pensar en cual será mi próximo movimiento. ¿Cuál será el tuyo, Ramón?

Escucha ‘Coplas del andar torcido’ de The New Raemon en Spotify y Apple Music

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