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OF MONSTERS AND MEN – FEVER DREAM

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Poco salía de Islandia, aparte de Björk, hasta que irrumpieron Of Monsters And Men con melodías veraniegas allá por 2011. Han tardado cuatro años en darnos algo nuevo y Fever Dream se presenta con una producción impecable apoyada por Rich Costey. Este disco llega con una Nanna Bryndís Hilmarsdóttir, vocalista de la banda, “realmente cansada” de la guitarra acústica y el indie folk. El resultado trae sintetizadores, de su sonido liviano y playero se ha mutado a algo denso y pomposo. Los ecos simples para un estribillo coreable ahora conforman atmósferas que atrapan con un refuerzo notable en las frecuencias graves.

Ninguna pista de este trabajo hace frente al carisma de Little Talks (2011) mas no por ello el tercer trabajo del conjunto de Keflavík puede ser catalogado como un mal álbum. Once temas nuevos y cuarenta minutos de música difícilmente comparables a sus predecesores. Poco hay de lo anterior en Fever Dream, pero cuando se sale de puerto se sabe cómo se empieza y sólo se pueden hacer conjeturas de cómo será la travesía. Sus éxitos son un buen recuerdo y Little Talks fue un gran primer paso, hasta tenía una versión en Simlish. Ha pasado casi una década y han cambiado sin ninguna duda. Lo inquietante es por dónde saldrán en el futuro pues el cambio ha sido inesperado. My Head Is An Animal (2011) les dio un nombre y catalogó, Beneath The Skin (2015) trajo guitarras y electrónica, demostró que se les había encasillado pronto y se sintió más oscuro. Fever Dream continúa la estela tras un paso agigantado. El sonido rockero se ha reforzado, los sintetizadores han ganado protagonismo y todo ha sido tan acelerado que aún no se les nota cómodos en el nuevo estilo.

Combinar lo digital y artificial con lo orgánico y acústico ha sido todo un acierto. Hay quien ve en Of Monsters and Men un tirón hacia sus contemporáneos de la escena pop, llegando a ponerse en comparación con Chvrches por sus nuevas canciones. Este disco abre con el adelanto más sonado del grupo en años, Alligator. La voz de Hilmarsdóttir recuerda a The Joy Formidable, sin perder su timbre tan característico, es la base instrumental y las guitarras cañeras las que la camuflan en un nuevo escenario. La cuidada percusión ya se nota como una gran apuesta cargada de tiempo y dedicación durante la producción del largo. Ahay es sutil y emotivo. Una balada mid-tempo con una carga mayoritaria de electrónica interpretada por el compañero de banda de Nanna, Ragnar Þórhallsson. La dualidad vocal recuerda al disco anterior mas hace del tema algo predecible y corriente estos días. Esperado en cierta medida, aunque precioso, ambiental y etéreo.

Al escuchar el tercer tema, Rororó, ya empiezan a llegar conclusiones. Esto no es lo esperado, esto suena diferente. La banda parece haber sido sustituida por un piano y un batería. Atrás quedan las acústicas y las guitarras reverberadas hacen sonar un tema puramente pop con una Nanna en sus registros más agudos. Si uno de los puntos positivos de esta pista es que explota con fuerza en el estribillo, Waiting For The Snow peca de exactamente lo contrario. Más de uno que escuche este LP del tirón estaría esperando algo ágil, un cambio de ritmo. Lo cierto es que esta nueva balada navega turbiamente creando un clima nublado que nunca llega a demostrar su poder. Puede ser una transición mal colocada y para muchos no será un mal tema. La elección del vocoder en Nanna en vez de las armonías de Þórhallsson, es diferente y peculiar en su discografía mas falta un empujón final en esta pista.

La energía esperada se concentra entera en Vulture, Vulture, uno de sus temas más influenciados por su época anterior. Uno de tantos que levantan al público de un festival y lo hacen menear la cabeza y disfrutar. Mama directamente de los éxitos de 2011 y el cambio de sonido de 2015 sin perder el nuevo envoltorio.

Ya pasado el ecuador aún se han guardado ases en la manga. Wild Roses es pop tímido estilo Haim y presenta una estructura convencional. Stuck In Gravity vuelve a dar a Þórhallsson todo el protagonismo tras bajar el ritmo y preceder a Sleepwalker, donde su voz se mezclará de nuevo con su compañera de banda. No hay grandes destellos entre la penumbra de este trío, pero son el fruto de la herencia previa y su pasión por el sonido ambiental y la calma.

Wars, por ejemplo, agiliza esta montaña rusa con shakers e influencias funky en bajo y batería. Under A Dome combina una caja de ritmos atropellada con sintetizadores, distorsión de voz y el ya conocido piano que remarca los acordes en las frecuencias graves. Parece que un sintetizador secuenciado va a romper y el ambiente lo supera hasta que llega Soothsayer, el contrapié del álbum. Su clara referencia ochentera descuadra como punto y final de la obra, pero da que pensar en un futuro de la banda impredecible.

Aún les falta redondear el uso de sintetizadores y explotarlos más en los momentos que crean necesarios, sin dejarlos simplemente como meros colchones. Hay quien no ve “la chispa mágica” que los dio a conocer, pero no son un “One hit wonder”, son evolución pura y eso les refuerza como banda. Experimentación y superación, rompiendo la fórmula que los hizo brillar trayendo novedad y frescura en su sonido. Han conseguido demostrar que no son el indie folk de radio que la gente esperaba y eso puede que a más de uno le haya descuadrado o, incluso, decepcionado. Es una de sus apuestas más arriesgadas, carente de guitarras acústica, protagonizada por baladas y teclado simples, de acordes mantenidos y sintetizadores cohibidos y confusos.

Esperemos que no acaben torciéndose al pop denso que está de moda y que tiró de Chvrches hacia los derroteros de Imagine Dragons. Hay que pulir aún este nuevo sonido que ha restringido la espontaneidad característica de los islandeses y sus creaciones. A Of Monsters and Men aún les queda por construir, explorar y refinar, y así encontrar una comodidad que suena algo impuesta. Tras el oleaje llega la calma y virar es lo peor que pueden hacer, por ahora el resultado es más que digno, disfrutable y sorprendente.

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