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TOOL – FEAR INOCULUM

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Trece años parecen demasiados para cualquier grupo que no se haya separado, haya seguido girando con material “viejo” y, sobre todo, con un último disco de dudosa calidad con respecto a sus anteriores trabajos.

Es una realidad que ‘10.000 days’ es un claro paso atrás sobre ‘Aenima’ y ‘Lateralus’. Bien por la enormidad de éstos bien porque, como descubriremos con la escucha de ‘Fear Inoculum’, su trabajo de 2006 no era sino el resultado del agotamiento de una etapa gloriosa a nivel compositivo a la par que un paso a  un  lado hacia una nueva era para la banda. Un hecho que conllevaba readaptar todos los elementos para que fluyeran siendo el mismo conjunto. A su vez también demostrando que Tool no necesita sacar discos o nuevos temas para girar.

«Fear Inoculum» servía como adelanto formal y cierre de un disco que comenzó en 2008, cuando Maynard comentó que entraban en el estudio. Que no estuvieran preparados, que fuera un globo sonda o que aquel material no fuera válido lo sabremos o no con el tiempo. Mi primera impresión era que estaba ante un refrito de ticks y clichés propios de la banda en una especie de metadiscurso. Y sí, que había algunas percusiones raras. Personalmente lo ubiqué como una introducción.

Y efectivamente. Es el tema que abre el disco y que nos presenta lo que vamos a poder escuchar a lo largo de los 80 minutos de duración. Pero ojo, hay que estar atentos como siempre. O, al menos, como en sus grandes trabajos. No vamos a desvelarlo aún y vamos a seguir con la escucha sin trampas. El desenlace será espectacular.

En cuanto a la producción estamos en una época imaginaria tras ‘Aenima’ en la que la banda decidió no superproducir de más sus canciones (‘Lateralus’ está grabado con los cuatro casi en directo en muchas tomas para retomar la raíz de la música original y  su emoción). Las guitarras de Adam Jones suenan a Tool, no hay millones de capas y eso quizá le reste grandiosidad, pero es que quizá el acento de este disco no esté en las guitarras.

Con respecto a Justin, en el bajo, su trabajo es como desde su llegada: incisivo. La banda siempre ha comentado que fue una suerte dar con él y que sumara su forma de ver el instrumento y sus posibilidades. En ‘10.000 days’ descansa en sus líneas de composición, de hecho, la parte más recordada del álbum. Aportó unos agudos al conjunto que han sabido reconducir para, cuando los graves mandan, ampliar su espectro sonoro desde la composición, no desde trucos de estudio (o al menos no sólo con trucos de estudio).

Y qué decir de Maynard. Pues que en este primer tema no muerde. De hecho ni siquiera exhala con esa profundidad que ha ganado con sus proyectos paralelos ampliando su rango vocal e interpretativo. Su voz en Tool siempre ha ido más allá, un pasito más, y por el momento no hay nada de ese plus. Sin perder de vista su capacidad para reproducir lo que graba de forma obsesiva en directo ha dejado la primera línea del escenario y está centrado en esa lucha. En esta primera parada del disco no muerde, sigue  en ese tono cómodo de ‘10.000 days’.

Sobre la percusión, lo que os comentaba, lo dejaremos para ir detectando a lo largo del disco ante qué nos encontramos. Algo podemos notar aunque no sepamos de ritmo. Hay ritmo… y mucho. Un montón de golpes por todos lados que no somos capaces siquiera de seguir. Así que estamos 13 años esperando y nos regalan —porque así es— 11 minutos de introducción como single.

En cuanto a las letras ‘Fear inoculum’ posee ese sentido personal y universal con varias posibles interpretaciones en el que le gusta moverse a la banda, lejos de obviedades. Introspectivas e incómodas. A veces parece que Maynard habla en Tool para Tool, como si fuera el interlocutor de una bestia que se comunica con él y ellos. Y de los que los músicos sólo son el médium y transmisor de mensaje.

O simplemente son sobre seres humanos débiles y mortales con sus contradicciones vistas desde su lado poético. Destacaría de este tema que abre el disco: «But I hear them now, inhale the clarity. Hear the venom, the venom in what you say inoculated bless this immunity«. Me pareció una intro sin capas. Se me escapó la clave del disco.

Desde los primeros compases de «Pneuma» detectamos varios guiños que nos retrotraen rápidamente a sus discos más célebres: hay ‘Opiate’, hay ‘Undertow’, hay ‘Aenima’, hay ‘Lateralus’… y sí, también hay ‘10.000 days’). ¿Tool realizan un ejercicio de metalenguaje hablando de ellos mismos añadiendo/desarrollando otro lenguaje a la vez?

La percusión en su 70% u 80% no sigue los estándares del rock o del metal, ¿verdad? Nos suena “raro”, “entrecortado”… como si no fluyera dentro de la lógica pop. Cierto. Pero no por ello se alejan del idioma propio de la banda: guitarras que se abren, bajos agudos que se loopean y voces que callan dejando espacio a la percusión y lo rítmico para que haga los acentos.

Otro tema de más de 10 minutos —de menos a más— en los que Danny está ganando terreno con fraseos en cada compás, casi al límite cuando podría respirar. Está forzando la máquina y descuadrando el foco de la batería como elemento rítmico para ser el resto del grupo el que mantiene el ritmo y él realiza los detalles. Han girado la banda.

Maynard, por el momento, está acompañando en segundo plano callando  más que cantando. Pero dice más de lo que parece («We are the spirit abound to this flesh We go ‘round, one foot nailed down But bound to reach out and beyond this flesh become Pneuma«). Los polirritmos de la percusión ya están dentro de la banda. Tool no dejan de ser Tool, aunque la batería no haga de batería. En ‘Aenima’ la guitarra se desarrolló, en ‘Lateralus’ la voz se unió a la métrica de Fibonacci, en ‘10.000 days’ el bajo se loopeaba y empezó a sonar como una guitarra y con ‘Fear inoculum’ le ha llegado el momento de la transformación a la batería.

Ya no queda reducido a aquellas intros o interludios, la banda ha aprendido a desenvolverse sin una sección rítmica en el sentido pop. Las guías, marcas, pautas y compases ya se escapan de lo estándar en todo el tema o en gran parte. Y, pese a ese hándicap, fluyen siendo la misma banda pudiendo volcar toda su experiencia y técnica, yendo del rock al metal y todos esos subgéneros que quedan en medio sin necesitar la lona de seguridad que da un 4×4. Han necesitado 13 años para grabar un disco en el que realmente apuestan por estas métricas de ascendencia no sajona —véanse las influencias de este nuevo sonido aquí. «We are will and wonder, abound to recall, remember We are born of one breath, one word We are all one spark, sun becoming«.

«Litanie Contra La Peur» supongo que estará  interpretada entre synths y talk box (aparecerá en varios gloriosos momentos a lo largo del disco, probablemente disparando las ventas de este efecto casi residual en la variedad de pedales en el mercado). La necesidad de un interludio después de un gran tema de 10 minutos será la tónica del álbum.

La tablá será algo que se busque en los buscadores estos días. De origen hindú, sí. El tema de los polirritmos también va a ser top. Las cartas están sobre la mesa. Los cuatro elementos no se mueven de una forma lineal, no hay lógica pop. Pueden seguirse entre ellos, seguir todos a uno o separarse cada uno en su camino.

La voz de Maynard luce increíble en «Invincible», entre lo natural y la producción de equipos millonarios e ingenieros/as de sonido de bata blanca. Es la única cuerda a la que sujetarnos en la pared que nos están poniendo delante («Warrior struggling to remain consequential»; «Bellow loud Bold and proud Of where I’ve been But here I am Beating chest and drums Beating tired bones again age-old battle, mine»). Talk box a toda castaña y tambores milenarios: ¿Tool parece que  habla de Tool? Y sí, como uno es tramposo y conoce que son fans de Messugah, un poquito de la banda de los simpáticos zumbados metaleros extremos que han reventado el género.

Es decir, partimos de ritmos milenarios para acabar en el metal moderno que mira al futuro más que al presente o quedarse en los clichés del género que sus fans esperan. El mundo se tambalea. Los límites no están tan claros. Lo han reducido todo a un ejercicio primigenio de cuatro amigos en el local de ensayo para lanzarnos lo mejor de ‘Lateralus’ y demostrarnos que están ahí, que no se han ido. Jugando como niños han regresado a lo que son ellos mismos y nadie puede copiar. Se están divirtiendo.

«Legion Inoculant» le aporta un sentido a lo que ha sucedido y a lo que vendrá. Sirve de respiro para lo que aún queda. Sólo hemos escuchado tres temas y el disco está en claro ascenso dentro de sí mismo, en sus referentes y en la capacidad de entremezclar esa percusión en el sonido y las composiciones de la banda. No voy a negar que ha sido divertida la experiencia de ver cómo habían abierto los comentarios en las plataformas (al menos en una) y los/as fans estaban comentando sus experiencias. Realizando una escucha colectiva en directo, una posibilidad que años atrás se alejaba de la realidad y que, con una banda como Tool siempre coge nuevos significados.

«Descending» suena a mar. A rayos que atraviesan la superficie. Sí, estamos ya inmersos/as en el disco. Viene lo bueno, hasta ahora ha sido introducción y comienzo del nudo. Nos han presentado los personajes y ha llegado el momento de desarrollar esto. Maynard tiene algo en su forma de exhalar e interpretar que se aprenderá en las escuelas. Una suerte de forma de respirar que pone los pelos como escarpias y que en Tool siempre ha llevado más allá. Sólo posible escuchar este tema de Tool si entendemos A Perfect Circle y Puscifer como los espacios necesarios para que el empresario de vinos pudiera avanzar.

Todo se detiene para dejar espacio a su voz. ¿Por qué? Sólo hay que leer la letra, por si alguien tenía dudas («Free fall through our midnight This epilogue of our own fable Heedless in our slumber Floating nescient, we»; «Free fall through this boundlessness This madness of our own making Falling isn’t flying Floating isn’t infinite»; «Come, our end, suddenly All hail our lethargy Concede suddenly»; «To the quickened dissolution  Pray we mitigate the ruin Calling all to arms and order»; «Drifting through this boundlessness This madness of our own making». Una canción para ellos mismos. Tool hablando de Tool. Tool reinterpretando a Tool con lo aprendido en estos años. Tool deconstruyendo a Tool en cada canción porque sólo Tool pueden hacerlo.

Fraccionando sus cuatro individualidades, desarrollando su instrumento para ellos mismos y para el colectivo. Evitando el aburrimiento o repetirse. Únicamente dando un paso al lado —necesario en ‘10.000 Days’ — para llegar hasta aquí. Un lugar en el que, de forma individual, cada instrumento se muestra como un maestro en su área y en conjunto. Más allá de individualidades reman para la canción. Sin prisa.

¿Cuántos años hacen falta para llegar a este nivel? Toda una vida y las vidas anteriores. Deconstruyeron el metal, el rock, la música progresiva y la tradición rítmica más espectacular conocida. Jugaron con lo viejo y lo nuevo. Crearon microcosmos en lugar de hits sobre los que disponer y quitar elementos, en los que cambiar quién guía y quién acompaña hasta llegar a una creación atemporal que nos sitúa en 1996, 2001, 2006, 2019 o 2030. Nos han sumergido y suenan las olas. Eso que lleva ahí desde que el planeta es planeta. La vuelta al origen de todo, el agua.

Otro efecto que lo va a petar en ventas es el shimmer. Esta especie de doble reverb con fondo de órgano que lleva unos años revolucionando el sonido post-rock por sus posibilidades. Lo recogen en «Culling voices» y Adam lo deja tras unos compases para registrar unos arpegios imperfectos. Maynard se desnuda («Disembodied voices deepen my Suspicious tendencies Conversations we’ve never had Imagined interplay»).

La primera parte del disco estaba comandada por los polirritmos de Danny, en cambio, una vez estamos inoculados es Maynard quien toma la palabra. Justin y Adam se sitúan en este disco (hasta el momento) al servicio de ellos dos. Quienes se sitúan en la parte inferior del escenario apoyan a quienes están en la superior. Quizá «Culling Voices» es la parte de belleza de este disco para tratar el tema más escabroso. Dual. Hasta que se gira y comienzan las subidas, bajadas y los trucos de las eras de ‘Aenima’y ‘Lateralus’. No podemos dejar escapar que suenanmuy parecido a hace más de 20 años cuando sacaron esas obras. Es decir, las bandas suelen cambiar el sonido, el equipo, el estilo…. pero este tema suena a los Tool de siempre con esa meticulosidad nada casual que nos haría pensar en el uso del mismo equipo probablemente.

Como en una película de Lynch todos los elementos están porque tienen que estar pero no esperes comprenderlos todos en un sentido pragmático y útil. Las razones de por qué entran son varias. A veces son caprichos. Hay guiños externos, referencias o guiños internos. El arte puede ser un medio de expresión o comunicación. Un juego o un ejercicio espontáneo. Tenemos los planos oníricos. A saber, pero que nos han metido la secuencia de compases de todo el disco os lo aviso que es un hecho, nos la han colado hasta en «Chocolate Chip Trip», un corte post belleza y pre tormenta. Hay un «gong» muy Pink Floyd —de la época ‘Pompeii’— inclusive. Ahí lo dejo.

Llegamos a «7empest», su última canción. La más larga del disco, si eso significa algo en un grupo que entrelaza temas y en los que cada uno puede ser un caleidoscopio de temas según sea donde ponemos la mirada. El monstruo ha despertado. Si al principio parecía adormilado, cansado y viejo —porque además de gordo se ha alzado con todo lo que implica— , llegó el momento de la batalla y que la rabia sea el vehículo frente a la belleza vacía, la ausencia de sutileza y las escuchas en diagonal de la era actual.

«Keep, keep it, keep it calm Keep, keep calm Keep, keep, keep calm Fuck, here we go again» nos ponen delante de un “Tú” al que se enfrentan desde un “nosotros”. Conducir a estos cuatro compositores no ha debido ser fácil y no se trasciende demasiado sobre cómo se comporta la bestia en el estudio pero la labor debe ser titánica. Y si el resultado de todo es este «7empest», es gracias también a Joe Barresi (“Evil”) que ha trabajado con bandas como Melvins, Kyuss o L7.

Al borde del abismo si hay que detenerse para ver como vibra un fuzz cuando la nota muere, uno se detiene. Hasta que lo captes. La bestia está desatada, carece de edad. Sólo hay que conducirla, sin obviedades, sin repetirse. Aunando cada elemento en una forma alquímica. Un ejercicio de consciencia, riesgo, improvisación, técnica, talento e imperfecciones («We’re not buying your dubious state of serenity»).

Quieren seguir siendo esos chavales en un local de ensayo moviendo la cabeza. La música que pone los pelos de punta, la música como vehículo de expresión consciente o no. La música como lenguaje matemático. La música que nunca acaba… hasta que cae una lágrima. «It’s not unlike you We know your nature». Y no puedes poner una canción después de algo así. Suena «Mockingbeat», se cierra el quinto trabajo de estudio de Tool.

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