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BROODS – DON’T FEED THE POP MONSTER

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Una de las concepciones más abiertamente sostenidas con respecto al pop es su falta de originalidad, su estudiada convergencia hacia una solución lo más comercial posible, haciendo de la producción de este género una masa monolítica e imposible de diferenciar internamente. (Cosa que, por otra parte, bien podría ser igualmente atribuida a otros géneros, por mucho que en estos no se persiga en teoría el denostado éxito comercial). Esto es admisiblemente cierto en algunos casos, si bien no lo es en absoluto en todos y, por el contrario, nos encontramos muchos trabajos de producción eminentemente pop que parecen divergir en dirección opuesta. Así, sería erróneo acercarse el pop con la preconcepción de que es un género estanco con nada que ofrecer. Al contrario, su evolución se vincula generalmente a cambios mínimos –bases rítmicas, sonidos, etc.-, elementos poco notables pero que tienen la capacidad de iniciar un cambio real y efectivo sobre una base sólida y estable.

En su corta pero explosiva trayectoria, los dos primeros trabajos de Broods parecían caminar precisamente en esta dirección, la de atajar prejuicios y legitimar el pop para una audiencia nueva, que cada vez parece más receptiva a acogerlo. Parece claro que a Broods no le asusta en absoluto la etiqueta. No en vano, el nombre del disco es Don´t Feed the Pop Monster. Será cosa del oyente determinar cuánto de ironía hay en esta elección (y en esta decisión estará enjuiciando en buena medida la calidad del disco).

El primer adelanto del álbum, Peach (lanzado en verano del pasado año en formato single), supuso una declaración de intenciones en el sentido comentado. Pese a tener una factura evidentemente pop, se aleja de una estructura lineal y nos confirma el potencial del dúo para hacer estribillos. Los otros tres singles, Everything Goes (Wow), Hospitalized y Falling Apart, publicados en fechas más cercanas a la publicación del disco, tomaron sentidos divergentes. La primera es continuista de Peach, mientras que las otras dos inauguran un pop más sobrio y contenido,  pero elegante.

En términos generales, el disco se mueve entre ejercicios más experimentales y un pop más al uso. El peso de la innovación recae a veces en la parte rítmica (Why Do You Believe Me), otras en la voz, el sonido (Every Time You Go se apoya en un teclado en torno al cual se articula adecuadamente un tema hermoso y melancólico) o incluso en la incorporación de Caleb (la otra mitad de Broods y hermano de Georgia) a la voz melódica (juntos firman Too Proud, uno de esos temas del disco que a pesar de ser resultón no llama demasiado la atención).

En otras ocasiones, la innovación llega por un nuevo empleo de la instrumentación.  Considerando la centralidad de texturas creadas electrónicamente o con sintetizadores en la música de Broods, resulta paradójico como en este trabajo son aquellos temas más guitarreros los que dejan mejor sabor de boca. Tanto Dust como To Belong se construyen en torno a riffs de guitarra, la primera trazando paralelismos con la música de otro dúo, el formado por los franceses The Dø. Asimismo, destaca Old Dog, no especialmente por su calidad musical, sí por su prominencia estilística respecto al resto del álbum. En este tema de inspiración noventera parece haberse colado Ian Brown o alguno de sus contemporáneos de la escena Madchester.

Puede que este sea uno de los tantos casos en el que haya que reconocer la influencia de unas altas expectativas a la hora de emitir un juicio sobre la calidad global del disco. Lo cierto es que Don´t Feed the Pop Monster no es un mal disco ni mucho menos -reúne temas pegadizos con otros más arriesgados-, pero sí que quizá no represente el salto cualitativo y estilístico que podía esperarse de los neozelandeses.

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