InicioDiscosBILLIE EILISH - WHEN WE ALL FALL SLEEP, WHERE DO WE GO?

BILLIE EILISH – WHEN WE ALL FALL SLEEP, WHERE DO WE GO?

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Y al fin se ve un producto musical completo de la joven Billie Eilish. Con apenas catorce años, su tema Ocean Eyes mostró su afán por los modos menores y sus referencias vocales hacia Lana del Rey. Desde aquella balada de SoundCloud no ha pasado mucho tiempo, pero parece que el fenómeno Eilish ha “popeado” como una botella de champán descorchándose.

En menos de un paseo y sin apenas repertorio ya daba actuaciones en directo, se la trataba de estrella y casi llegando a la mayoría de edad lanzaba su propia línea de ropa. Un ascenso tan rápido como la espuma de su vidrio que le ha dado como imagen más de 15 millones de seguidores en Instagram y, con un par de sencillos, la entrada al mundillo musical por todo lo alto. Al menos en lo que a fanáticos se refiere.

When We All Fall Asleep, Where Do We Go? es más que un debut de bien, pero se queda en un simple notable. Hay quien la considera un artista peculiar, e incluso rara, mas la excentricidad de la fama no ha de sorprender ya a ninguno. Su identidad trae al panorama “mainstream” algo diferente. Una buena definición de su música y que ya ronda entre los críticos es la de “Emo rap”.

Si bien es cierto que entre su primer largo destacan apenas un puñado de temas mientras que al resto podría atribuírseles la etiqueta de “sopor”. Y es que no es la desgana, ni mucho menos el aburrimiento, lo que caracteriza a este álbum sino el constante alargamiento de pequeñas ideas apoyadas por una producción engrandecida. En general la ayuda de Finneas O’Connell, su hermano, ha favorecido bastante el resultado final, aunque le da una profundidad inexistente en su mayoría. Ni los arreglos brillan ni el minimalismo destaca por su complejidad.

Habrá quien opine que no son argumentos negativos, ni mucho menos, pero es que los adelantos prometían lo que se ha truncado en un sentimiento de ambición inconclusa. La inspiración es clara y Eilish ha conseguido sacar sus terrores nocturnos fuera de sus pesadillas y sueños lúcidos. La oscura ambientación que delinea el largo se mantiene durante casi los tres cuarto de hora y la voz levanta más de un escalofrío y un sudor que eriza espaldas. No son los himnos que Lorde trajo con Royals, pero hay varias pistas en las que merece la pena detenerse y guardar como promesa del inicio de una carrera.

Sin duda Bad Guy es el hit pegadizo del LP. Es el tema pop que ha impulsado la salida del álbum y que acertadamente ha funcionado ya que quizá un prematuro lanzamiento habría etiquetado a la cantante como convencional o habría puesto los dientes demasiado largos. Xanny recoge el aura juvenil de la que Eilish no puede renegar. Su cara a cara contra el miedo torna en una reflexión y crítica directa contra sus contemporáneos. Tiene ese aire soporífero, no es la más acentuada ni mucho menos, pero planta encima de la mesa con sutileza un problema como es el Xanax en una fiesta. Ella cuestiona si es necesaria una droga para divertirse en una fiesta sin reivindicar ni mostrarse dolida o dependiente. Sin mojarse excesivamente en juicios pone en jaque correctamente a su audiencia.

Acabando el primer tercio, propone un título que podía sonar ostentoso y excéntrico, pero que sorprende por el enfoque. You Should See Me In A Crown presenta a la Eilish más tétrica y gira brutalmente a un profundo y oscuro dubstep que muestra su faceta más enérgica. Tras el tímido penúltimo adelanto, Wish You Were Gay, y entre pianos minimalistas y baladas como When The Party Is Over o Listen Before I Go, surge la rítmica Bury A Friend. Esta peculiaridad en la línea musical que caracterizaba a la artista mantiene los murmullos, pero brilla, entre otras cosas, por la apuesta instrumental. Concretamente, se centra en un ritmo similar al de A Place With No Name de Michael Jackson que apoya el eclecticismo del debut.

La apuesta es valiente y firme, con carácter propio y una apuesta bastante inesperada. Por otro lado, su buena muestra de talento queda mermada entre temas que parecen bastante similares y con demasiada superficialidad instrumental, excepciones mencionadas aparte. Tiene momentos dedicados a la habilidad vocal de la cantante y pistas arriesgadas que aportan buenos contrastes y compensan una balanza en la que se disputan las valoraciones con una contención del poderío que puede volverse en contra de Eilish y un flojeo general en comparación con el buen quinteto de adelanto. Sin duda los sencillos se llevaron lo mejor que la debutante podía ofrecer ante una audiencia que ya la quería apenas sin conocer lo que iba a presentar. A más de uno, y por tanto, le dejará un regusto agridulce la escucha de este trabajo.

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