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BEDOUINE – BIRD SONGS OF A KILLJOY

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«Me golpeo contra una jaula como un pájaro enloquecido», canta Bedouine en «Bird Gone Wild», séptima pista de su último trabajo. «Bird Songs of a Kill Joy» —así se llama— es una mirada al exterior (a la naturaleza, los pájaros) y al interior de la cantante (sus ansias de libertad, soledad, recuerdo), a través de un folk orquestal, cuya esencia trae a la memoria colectiva hacia el sonido embelesador de artistas como Nick Drake o aquél que se cocinó en los setenta en el Laurel Canyon, barrio hollywoodiense que cobijó el arte de Carole King o Joni Mitchell.

Ahora, varias décadas más tarde pero también desde Los Ángeles y con voz reconocible, llega el segundo trabajo de Azniv Korkejian, nombre tras el pseudónimo de Bedouine. Korkejian nació en Aleppo (Siria), hija de padres armenios, y creció en Riyadh (Arabia Saudí), antes de mudarse a Estados Unidos, donde viviría en Boston y Houston antes de asentarse en la metrópolis californiana. Quizás este vaivén vital explica el carácter nostálgico, sobre la búsqueda del lugar, que destilan las canciones de la treintañera ya desde su primer álbum.

En «Bird Songs of a Killjoy», son las ansias de libertad —de sí misma, sus pensamientos o los demás—, y el sentimiento de soledad los dos ejes temáticos que abundan, casi siempre entretejidos con el devenir (para mal) de las relaciones amorosas. La mayor parte de las canciones se retuercen sobre complicadas dudas: entre irse o dejar ir, quedarse o marcharse, dar o tener libertad, echar de menos…; y el álbum gira en torno a lugares físicos o emocionales –ciudades, jaulas, relaciones–.

Cuestiones sobre las que Bedouine rumina a través de las doce canciones del álbum, encajándolas una detrás de otra. «‘Cause when I’m alone / We’re still looking at the same moon / Under the night / Are we two people never getting together?», reflexiona en ‘Under the Night’, un lúcido bálsamo sobre la soledad, para llegar a puntos tan crudos como cuándo se pregunta lánguida: «Is it so bad to be with someone like me?», en ‘Tall Man’.

Las metáforas de la naturaleza están presentes desde el título. Caballos que galopan, la costa griega, las montañas desérticas… se dan cita como reflejo de sus emociones, pero el pájaro es la imagen más repetida. A veces, la representan a ella, como en la frase que inicia esta reseña. Otras veces rescatan fantasmas del pasado: «And bird, if I held you too tight / Bird, if you were warm through the night / I will let go», canta en ‘Bird’. Y otras, representan situaciones: «Hummingbird will fly / From flower to flower / Each passing hour», canta en ‘Hummingbird’, describiendo la libertad inherente al pájaro y cuestionando la capacidad de uno para coartarla.

Y aunque este sea el camino que siguen la mayoría de las composiciones, existen excepciones. ‘Echo Park’ versa sobre el barrio homónimo de Los Angeles, donde Korkejian parece haber encontrado por fin su sitio («I wouldn’t have it any other way / Oh, I’d stay as long as I can bear») a pesar de la gentrificación, fenómeno que denuncia brevemente («Oh, I’d stay as long as I don’t tire / From the rising cost of coffee / The skyline inching higher»).

En el plano sonoro, sobra decir que lo nuevo de Bedouine es más que correcto, al igual que ya lo fuera su primer trabajo. A través de una producción sólida se consolida aquel folk de cámara (chamber folk) exquisito, donde la voz y la guitarra construyen melodías arropadas entre crecientes acompañamientos orquestales. Instrumentos de cuerda, viento y percusión dotan así de una nueva dimensión a las canciones. En ‘Reprise’, tema instrumental, se recupera la exquisita melodía de ‘When You’re Gone’. En ‘Bird’, una flauta devuelve la esperanza ante el mar de nostalgia que inspira la letra. Y en otros como ‘Sunshine Loneliness’, ‘Echo Park’ o ‘Matters Of The Heart’, el arreglo más rítmico parece devolver al oyente al plano terrenal.

El acompañamiento de las canciones, arreglado por Trey Pollard —dueño de Spacebomb Records, discográfica del álbum— eleva la experiencia del oyente y hacen del álbum, más que algo simplemente triste o nostálgico, un bálsamo que hace a uno levitar brevemente sobre la realidad, flotando mientras la observas. Quizás más invernal que veraniego, y adornado por el timbre inigualable de Bedouine, estamos ante uno de los álbumes folk del año.

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