InicioConciertosCrónica Sonorama Ribera 2019: Primeras fiestas (jueves + fiesta bienvenida)

Crónica Sonorama Ribera 2019: Primeras fiestas (jueves + fiesta bienvenida)

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El Sonorama Ribera, en su edición número 22, no ha decepcionado. Otro año más la tierra prometida que es Aranda de Duero nos dejó disfrutar de cuatro días de música inolvidables.

Y es que, sobre todo a estas alturas de la película, nadie puede cuestionar que se trata de uno de los festivales que más cariño encierra desde el minuto uno. Desde el amor con el que la organización cuida cada detalle hasta la entrega de las bandas hacia este festival, pasando por el buen rollo generalizado que desprenden los asistentes en cada poro de su piel.

Así, siguiendo la costumbre, nos gusta hacer un balance general de lo que nos ha parecido esta edición. Una celebración en la que, aunque teníamos cierto cariño al recinto antiguo, la morriña se nos pasó pronto. Mucho más espacio y una distribución excelente, algo que ha derivado en un notable desahogo en el mismo. Y es que, con permiso de las grandes trombas de agua, definitivamente sería injusto quejarnos puesto que las mejoras que el festival ha propuesto se han notado. Otro cantar es lo relativo al pueblo, aunque bien es cierto que es parte del encanto de esta cita.

Miércoles: La fiesta de bienvenida

Como todos los años la clásica fiesta de bienvenida abre las jornadas musicales. Se nota el ambiente desenfadado, los disfraces, la frescura del primer día.

Presumido fueron los encargados de dar inicio tanto la jornada como el festival, llevando a Aranda la presentación de lo ya publicado de ese proyecto titulado ‘Cuatro estaciones’ —cuarteto de EPs— de los que ya conocemos ‘Invierno’, ‘Primavera’ y ‘Verano’. Sonaron temas como «El Rey Azotado», «La Ley Del Invierno» o «Ahógate», de su primer LP re-editado llamado ‘Re-Vendetta’ (2019).

Después estuvimos disfrutando del directo de Comandante Twin. Esta banda madrileña tiene papeletas para competir con coetáneas del momento gracias a sus letras pegadizas.

Siloé eran los siguientes en pasar por el único escenario de la noche. Y no podemos negar que, en este momento, el recinto estuvo sumido en un pequeño caos por la falta de servicios. Comer y beber se convirtió casi en una hazaña.

Pero a los vallisoletanos no les hizo falta nada más que su arte para meterse al público en el bolsillo con un arranque muy potente. Nos gusta su punto original y arriesgar en un mundo de clones.

Si había una propuesta algo loca pero que encaja a la perfección con la filosofía del festival era Mastodonte. Un proyecto muy personal del actor Asier Etxeandia le lleva a mezclar lo lírico con lo dramático ejerciendo una hipnosis colectiva sobre todo aquel que sucumbe a traspasar los límites. Podrá gustar o no, pero creo que nadie cae en la indiferencia. A mí, personalmente, me pareció muy especial. Una actuación llena de sentimiento y fuerza donde las tablas de actor empujan a las canciones.

Eso sí, el broche de la noche no tenía nada que ver: Ladilla Rusa. Esa banda que ha nacido para crear las canciones más desenfadas del mercado. Y es que lo mejor es ir con la mente abierta y dejar que todo fluya. Pero aquí no hay nada de banal, amigos. Tania y Víctor son una pareja de periodistas que soñaban con hacer música muy petarda y lo consiguieron.

Su directo es tan divertido que fue una auténtica catarsis de risas para aquellos que necesitábamos un chute de energía positiva. No queremos daros envidia pero escuchar dos veces «Macaulay Culkin» no está pagado con dinero. Entre mucha risa, nos costó abandonar el recinto ese noche.

Jueves: Comienza el festival

Si algo hace mágico a este festival es que dormir está muy sobrevalorado. Con una oferta musical que prácticamente cubre todo el día, cuadrar la agenda es una tarea complicada. Pero sin duda es un trampolín único para nuevos nombres y para consagrar a aquellas que ya saltaron al vacío en su momento.

La Plaza del Trigo es aquel lugar donde la magia fluye. Si yo tuviera una banda, soñaría con tocar ahí, flanqueada por las cuatro paredes que rodean la famosa plaza. Playa Cuberris, Bauer y Venturi fueron parte de la programación oficial y la sorpresa de la mañana no nos pudo gustar más: Joe Crepúsculo, quien puso en pie al personal con su cadena de hits como «Maricas», «Música Para Adultos» y, cómo no, «Mi Fábrica de Baile». No podemos negar que quemamos la suela de las zapatillas hasta la extenuación.

Pero quién visita Aranda, sabe que la vida es lo que pasa entre las plazas y el recinto. El otro día leí que posiblemente el Sonorama tenga el mejor tardeo que un festival pueda dar. No podemos evitar pasear un poco nuestras almas descarriadas por la Plaza del Rollo o el ya mítico Café Central.

Pero la música es la que manda y a pesar de las tentaciones, nos esperaba una noche muy larga en el recinto. Nuestro primer grupo de cabecera fue The Futureheads, unos auténticos desconocidos para muchos pero uno de los momentos más esperados para mí. Aunque gozan de un notable éxito en su Inglaterra natal, aquí no han tenido la oportunidad que se merecen. Su punk rock es totalmente absorbente, sus riffs nos apasionan y canciones como «Decent Days and Nights» han sido cabecera de muchas noches de insomnio. Nos encantaron y sobre todo que el Sonorama siga apostando por una selección pequeña pero óptima a nivel internacional.

Tras este vapuleo saltamos hacia la zona de los escenarios principales para ver a la Orquesta Mondragón. Si algo hace y muy bien el Sonorama es conjugar presente y pasado. Y aunque vengan del pasado, sus canciones no cogen polvo, suenan a rabiosa actualidad y saben unir a muchas generaciones. Muy buen show, maestro.

Los cabezas de la noche eran los madrileños Miss Caffeina. Con su nuevo largo bajo el brazo, ‘Oh Long Johnson‘, y ganándose a las masas en cada lanzamiento, las expectativas estaban muy altas.

Teníamos ganas de verles y aunque estuvieron a la altura como líderes de la velada, nos faltó un poco de calor. También es cierto que volcaron todas sus energías en presentar su último largo, lo que derivó en cerrar la puerta a canciones anteriores que también ayudan a comprender la trayectoria de la banda. Pero no podemos negar que ese reinado indiscutible se lo han ganado a pulso.

Al cuerpo aún le quedaban ganas de batalla y Varry Brava nos dieron la juerga que nos merecíamos. Pop sin complejos, mucho leopardo y sobre todo unas ganas de arrasar las que llevan siempre Óscar, Aaron y Vicente.

Mucha gente se entretiene en juzgarlos y ponerles la etiqueta de grupo festivo pero yo mientras veo claras reminiscencias a la música discotequera de los años 90, con letras divertidas pero sin caer en las fórmulas básicas. Me gusta su determinación y, sobre todo, sus ganas de levantar al público a cada acorde. El Sonorama Ribera les debía sin duda un escenario principal.

No podíamos cerrar mejor un día tan apoteósico como fue el jueves. Y con esto, decidimos emprender el camino a casa que aún quedaban dos días muy largos que disfrutar en el Sonorama Ribera.


Fotografías: Alejandro García-Cantarero Alañón

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