InicioConciertosCrónica FIV 2019: Abriendo la temporada festivalera gallega

Crónica FIV 2019: Abriendo la temporada festivalera gallega

-

No puedo dejar de escuchar a Los Planetas, y es todo culpa del Festival Independiente de Vilalba. Curiosamente, y pese a rehuir los grandes focos, el grupo granadino encabezaba el cartel de la XII edición del festival lucense, conocido quizás por no arriesgar demasiado y traer año tras año a algunos de los nombres más «comerciales» dentro del circuito indie de nuestro país. Los Planetas, junto a otros nombres como Marem Ladson, fueron la excepción este año, y ofrecieron de hecho dos de los conciertos más especiales –quizás también, los más calmados– de este evento que congregó a 8.000 personas, colgando el cartel de ‘sold out’ por tercer año consecutivo.

Viernes 26

El centro histórico de la villa gallega se había teñido ya de fucsia –color marca del FIV–, y el sol comenzaba a ponerse cuando dio inicio el primer concierto del fin de semana, con el íntimo folk rock de la orensana Marem Ladson.

Ladson acudió a presentar su primer álbum homónimo en un formato sin banda, acompañada solamente del polifacético artista y co productor de su debut, Brian Hunt, quien incluso la abandonó para un par de temas más íntimos. La propuesta, pese a su cariz «anti festivalero» –según ella misma se definió–, fue tan bella que no pudo no conquistar a los atrevidos que se comenzaban a arremolinar frente al escenario a las 21:00 horas del viernes.

Verla navegar entre el folk y el rock fue un auténtico lujo, con esa apabullante voz, sobre todo sabiendo que aquel sería uno de sus últimos conciertos en este formato más reducido –quien escuche su última canción entenderá el porqué–. Entre tema y tema, la joven orensana aprovechaba para presentarse, hacer algún que otro chiste, deshacerse en dar la gracias y recordar al público que el domingo fuese a votar, una consigna que sería recurrente a lo largo de las actuaciones del festival.

Sonó casi todo su primer álbum, ‘Marem Ladson’, y también hubo hueco para versionar a grandes como Damien Jurado o Tim Buckley. ¡Quién diría que podría sonar esto en el FIV!

Del eclecticismo íntimo de Marem Ladson pasamos a la exótica, carismática extroversión de Depedro, quien hizo bailar a un público, ya más abundante, con temas variados de su discografía que cumple diez años este 2019. Conjugando sonidos de ambos lados del Atlántico, Jairo Zavala y compañía llegaron a bajarse del escenario para tocar parte del repertorio, ante la locura de los presentes. Y al día siguiente sería Zavala también el protagonista del Concierto Sopresa Mahou Cinco Estrellas, donde ofreció un acústico muchísimo más íntimo pero igual de carismático, ante 40 personas, en una torre del siglo XV (la del Parador de Vilalba). Con un repertorio algo más corto, donde sonaron temas como «Comanche», «Don’t Leave Me Now», «Llorona», «La Casa de Sal», «Panamericana» o «Como El Viento».

Volviendo ya a la recta final del viernes, las trompetas y guitarras de Depedro dejaron al público con el pop rock sintético de Miss Caffeína. Los madrileños aprovecharon para presentar nuevos temas de su recién estrenado ‘Oh Long Johnson’, pero no se olvidaron de canciones míticas como «Oh! Sana» o «Mira Cómo Vuelo». También aprovecharon para versionar –tras una falsa retirada del escenario– el éxito noventero «Freed From Desire» (la canción de 1996 de la italiana Gala Rizzato). Indudablemente lograron seguir moviendo al público de su sitio, pero nada comparable con lo que se vendría encima: la Maravillosa Orquesta del Alcohol. Una auténtica locura.

En los últimos seis años, la formación capitaneada con mucha discreción por David Ruiz se ha ganado un público fiel en todo el territorio español. «Aquí –en Galicia– se les quiere mucho», me decía una asistente al concierto entre canción y canción. Y no hace falta jurarlo: los hechos hablaban por si mismos. La gente coreaba sin parar, tema tras tema, himno tras himno. Sonidos que beben del folklore norteamericano y letras que hablan de política, de naturaleza, de amor, de existencia, de Antonio Machado, Miles Davis y Nick Drake.

Casi durante dos horas, la formación burgalesa hizo un repaso de todo su repertorio, y ciertos temas –»1932″, «PRMVR», «Nómadas», «Héroes del Sábado» o «La Inmensidad»– se vivieron con especial emoción. Voces rasgadas, acordeones, saxofones y mil tipos de instrumentos se solapaban con las voces eufóricas de los presentes, y entre canción y canción, David Ruiz aprovechaba para agradecer y hacer gala de esa humildad que caracteriza no solo a él, sino a todo lo que hace.

Sábado 27

El sábado comenzaba con los conciertos en sesión vermú en el auditorio municipal de Vilalba, con la Banda de Música del pueblo –un ya clásico del festival– y La Sonrisa de Julia, formación que el año pasado lanzaba su primer trabajo en cinco años, ‘Maratón’, tras haberse separado y darse cuenta de que estaban mejor juntos, como explicó el cantante Marcos Cao al público. Gran parte de los allí presentes se sabían las canciones al dedillo y los fans llenaron absolutamente el aforo del auditorio, en ambos conciertos.

Por la tarde, el festival ofrecía oportunidades de ocio más allá de la música, tal y como la proyección de documentales o la organización de charlas en el centro cultural. Este año, se proyectaron las películas 20.000 días en la Tierra, sobre Nick Cave, y Oasis: Supersonic sobre la mítica banda británica: También hubo charlas, sobre community managers y festivales –impartida por Ana Medina– y ‘Grandes Historias del Pop para Gente Pequeña’ –por Javier Becerra–. Además, el festival contaba con una exposición fotográfica sobre la Banda de Música de Vilalba. Pasatiempos que, junto a los cafés y cañas varios, sirvieron para llegar a los conciertos de la segunda noche, que comenzó con el breve concierto de Siloé: unos cuarenta minutos en el que este joven presentó canciones de sus dos trabajos con mucho empeño y efusividad. Pop rock eléctrico, que me recordó a Izal o a una versión más acústica de Dorian, que sonarían más tarde.

Llegó después un recurrente de este festival, como es Iván Ferreiro. El público se había triplicado en un abrir y cerrar de ojos para cuando el gallego hacía entrada en el escenario mientras sonaba un épico tema de ¿Max Richter? Me sorprendió esta elección, pero luego recordé una entrevista en la que el cantante gallego se declaraba fan de la música de Richter, y la serie The Leftovers, y todo cobró sentido.

Abrió con «Casa, Ahora Vivo Aquí» y siguió con temas recientes –filigranas electrónicas mediante– para acabar por tocar algún clásico de su discografía ante un público totalmente entregado. Nunca había visto a Ferreiro en directo y me llamó la atención su actitud sobre el escenario, ligeramente histriónica. Sus gestos, sus bailes, sus caras. ¿Carisma? ¿Desparpajo? No sé bien como llamarlo, pero es interesante de ver. Bailando se movía entre el micrófono, en primer plano, y el teclado en segundo.

Entre canción y canción habló poco. Así lo había avisado al principio: que se dedicaría a hacer más música y hablar menos. Hizo la excepción para pedir que fuésemos a votar, pero por el resto se dedicó a declamar esas letras que, en vez de ahuyentar fantasmas, en mí tuvieron el efecto contrario. Canciones tristes, melancólicas que me hicieron darle demasiadas vueltas a la cabeza y, en uno de estos momentos, girarme para ver, a unas filas de mí, a una chica que elevaba un cartel de «¿donde están las mujeres?». Y me quedé pensando en esta verdad: de 17 actos, sólo dos contaban con representación femenina en sus filas.

Salí de ver a Iván Ferreiro algo decaído, no sé por qué. Tanto, que me daba miedo el efecto que podía tener en mí el ver a Los Planetas acto seguido. Salí del recinto a cenar y cuando volví a entrar, algo más de media hora después, estaba sonando ya «Segundo Premio» de Los Planetas. Cerveza en mano, elevé los brazos y bailé. Sentí la catarsis de ese shoegaze que los granadinos destilarían durante hora y media, y para olvidarme de todo y entregarme a sus atmósferas sonoras.

Un bálsamo durante el que recordé lo bonito que es, muchas veces, quedarse lejos del escenario para sentir la música sin estar preocupado de si alguien te tapa la vista o te empuja. Y es que la música de Los Planetas no hace falta verla –aunque el juego de luces era digno de contemplar–: basta con escucharla, sentirla, interiorizarla. Me senté en una esquina y disfruté de la hora y media de concierto, mientras los granadinos tocaron con la discreción que les caracteriza –»Pesadilla En El Parque De Atracciones», «Islamabad», «Zona Autónoma Permanente», «De Viaje…» y se marcharon sin despedirse.

Gran parte de público que se había marchado durante Los Planetas regresaba ahora a borbotones, preparado para afrontar la última entrega fuerte de la noche: Dorian. El quinteto barcelonés estaba eufórico y así se labró uno de los conciertos más movidos del festival. Hizo bailar y cantar al público ad infinitum, al cien por cien de energía en todo momento y bajo grandes cañonazos de confeti.

Y aunque están presentando su último trabajo ‘Justicia Universal’, hubo suficiente hueco para los temas antiguos y más conocidos, que atrajeron vítores de un público que, entre lágrimas y sonrisas, corearon canciones como «Los Amigos Que Perdí», «Arrecife», «A Cualquier Otra Parte» o «La Tormenta de Arena». Una acertada sesión de electropop que enlazaría con la sesión de Cheese & Bacon DJs, encargados de cerrar la última jornada del FIV y así inaugurar la temporada festivalera en Galicia.


Fotografías: Javier Rosa – FIV

AUTOR

¿Te gusta CrazyMinds? ¡Síguenos!

BUSCADOR

Y MUCHO MÁS...

spot_img
spot_img