InicioConciertosCrónica Sónar de Noche 2019: del grime al olimpo de los beats

Crónica Sónar de Noche 2019: del grime al olimpo de los beats

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El Sónar de Noche acostumbre a ser ese espacio del festival dónde actúan los cabezas del cartel del festival así como algunos de los mejores DJs del momento. Y, como en los últimos años, cada vez encontramos más representación de artistas influenciados por el hip hop como, en esta ocasión, cantantes de grime, reggaeton, rap… De hecho, en esta edición del Sónar, por primera vez, tres artistas distintos de estas categorías han ocupado el escenario principal del Sónar de Noche.

La sombra alargada del hip hop

La primera mitad de la crónica la dedicaremos a esos artistas y dj’s que su sonido, o estilo, tiene muchas influencias del hip hop. De hecho, la estrella más global y conocida del Sónar 2019 se encuentra en esta categoría: Bad Bunny. Aunque algunos no quedaron contentos con la decisión de traer al artista puertorriqueño, no se puede negar el boom internacional que ha hecho y como está renovando este género clásico latinoamericano. Tanto introduciendo nuevos elementos provinientes del trap y la electrónica como con una estética que juega con el concepto de género, saltándose de esa forma las barreras rígidas de estilo que acostumbraban a reinar en este género.

Y la verdad es que el show que dio Bad Bunny fue un espectáculo en mayúsculas. Su música gana en directo y su voz fue perfecta en todo momento. El perreo se mezclaba con las veladas y la música con la política. Aprovechó para insistir en su demanda de cese del actual gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, y animó a la gente a no dejar nunca de luchar por sus derechos tal y como estaban haciendo sus amigos y familiares en Puerto Rico. No dejó de moverse, de animar el público y de agradecer a cada uno de los asistentes el estar a su lado. Bad Bunny se abrió y dejó ver su humanidad, facilitando la connexión emocional entre fans y artista.

Bad Bunny actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano
Bad Bunny actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano

El grime cada vez está cogiendo más y más fuerza, especialmente en el Reino Unido, de dónde es originario. El Sónar hace tiempo que está siguiendo este fenómeno de cerca, y este año han invitado a los dos estandartes actuales del género. Uno de ellos hizo historia hace dos años, cuando su disco, ‘Gang Signs & Prayer’, fue el primero de grime que se ganó el número uno de las listas británicas. El artista en cuestión es Stormzy, que había entrado dos semanas antes para sustituir la baja de A$AP Rocky y llegaba pocas semanas después de su glorioso concierto en Glastonbury.

Con tan solo 25 años, el británico tiene una fuerza en su directo que solamente esas leyendas que llevan años de experiencia consiguen. En el mayor escenario del festival, solamente estaban él y el dj, y era capaz de llenarlo sin dejar espacios en los que uno distraerse. Gran parte de sus temas son políticos, con reivindicaciones, y lo rapea con un toque de ira que engancha y fascina a la vez. Había parte de los asistentes que habían venido especialmente para él, y no dejaban de cantar y saltar cada uno de sus temas. La llama interior de Stormzy contagiaba a los asistentes y uno no podía dejar de vivir al máximo cada una de las palabras que salían de su boca. De las entradas de concierto más frenéticas y potentes que he visto en esta edición del Sónar.

Stormzy actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano
Stormzy actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano

El otro peso pesado que vimos del gime era Skepta, que repetía en el Sónar 3 años después de su última visita. Una ola que nunca se calma, de principio a fin el directo del británico es un motor con las máximas revoluciones y que no frena hasta llegar a su fin. Y el público lo agradece, entre sudor y algún pogo puntual. Aprovechó para pedir la liberación de A$AP Rocky cuando cantó la canción que tiene con él, «Praise The Lord». Y si en Stormzy el inició fue de altos vuelos, en Skepta el clímax lo encontramos en el final de su recital, cuando cantó «Greaze Mode» y la más querida por sus fans (con razón), «Shutdown».

Pero la influencia del hip hop también la encontrábamos en algunos de los artistas detrás de los platos. De los que vimos, especialmente en dos: Jarreau Vandal y Kaytranada. Son dos especialistas en hacer disfrutar a los que bailan. No faltaron versiones conocidas de las que hacen cantar a viva voz los fans del hip hop y el R&B que estaban ahí, como por ejemplo el «Stronger» de Kanye West en Vandal o el «Kiss It Better» de Rihanna y el «Waitin» de Kelela en Kaytranada.

Skepta actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano
Skepta actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano

Los artesanos de las vibraciones electrónicas

El grosor más importante del Sónar de Noche, como siempre ha sido, se lo lleva la electrónica y todas las distintas facetas que tiene esta. En un mismo sitio se unen los clásicos del género con las propuestas más frescas o rompedoras. Y este año no ha faltado una de las leyendas del género que ayudó a modelar la electrónica especialmente a partir de los 90s: Underworld. Y muchos años después, los de Cardiff siguen investigando, como se puede ver en el EP que han publicado recientemente ‘DRIFTS Episod 4 SPACE’ y el cual nos presentaron con temas como «Listen To Their No».

Pero ahí dónde su directo cogía más fuerza era cuando repasaban sus clásicos. No faltaron «Cowgirl» o la mítica «Born Slippy (Nuxx)». Esos eran los momentos en los que el público disfrutaba más y ellos también. Underworld han conseguido hacer que sus éxitos sean temporales, y se vivan con la misma intensidad hoy que hace veinte años. Y ellos también lo vivían encima del escenario como si fuesen sus primeros días: entre risas y cantos, Karl Hyde no paraba de bailar y moverse con un toque de teatralidad y locura que aún motivaba más al público a disfrutar sin pensar en nada más. No les hacía falta demostrarlo a nadie, pero los británicos dejaron claro porque son unas leyendas y que siguen en plena forma.

Underworld actuando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano

Y de un clásico a dos de las propuestas más frescas y rompedoras de las que vimos este año en el Sónar de Noche. Por un lado, Jlin, aún y sus pocos años girando por el mundo, no era la primera vez que pisaba el festival y se ha convertido en una de las voces a las que seguir más de cerca de la electrónica internacional. Se hizo conocida por sus impecables y fascinantes composiciones de footwork (escuchad la maravilla que es su disco ‘Black Origami’, con ritmos atrevidos y rompedores que sorprendían con cada escucha. Pero ahora sigue investigando y lo está mezclando ahora con elementos clásicos y ambientales, y esta mezcla fue el acompañante perfecto de una noche mágica.

Y, por otro lado, Deena Abdelwahed. Una de las figuras más misteriosas e interesantes de la electrónica actual, que juega con los sonidos orientales y la música urbana de su país, Túnez. Un techno especial e incluso incómodo, con unos bajos muy marcados y breakbeat que le da el toque contemporáneo. Difícil dejar de prestar atención ya que los ritmos marcadas y los minimalistas, pero directos, juegos de luz te hipnotizaban hasta que perdías la noción y no sabías ni en qué país te encontrabas. Sin duda, una de las sorpresas de la jornada.

Deena Abdelwahed actuando en el Sónar Lab. Foto: Ferran Cano
Deena Abdelwahed actuando en el Sónar Lab. Foto: Ferran Cano

Deena Abdelwahed no fue la única que trajo los sonidos de oriente en esa calurosa noche de Barcelona. Uno de los máximos exponents de la electrónica francesa en la actualidad también lo hizo, Acid Arab. Y vaya nuevo directo que tienen. Hit tras hit, los ritmos y el bajo te hacían mover los pies mientras el synth y los sonidos árabes te hacían volar. Nos encontrábamos delante de uno de esos casos en los que, gracias a su veteranía, sabían cuál era el tempo necesario para enloquecer al público y darles lo que querían.

Pero, cuando hablamos de maestría en los ritmos de la pista de baile, el genio de la electrónica que mejor lo hace en la actualidad (o, si más no, uno de ellos), es Four Tet. No solo las canciones que crea o produce son piezas dignas de estudio, sino que sus sesiones son éxtasis puro para los oyentes. Domina como nadie cuando toca soltar un drop y se pudo ver con los más de cinco o seis momentos que todo el público gritó por sorpresa y pidiendo más de ellos a Four Tet. Sin duda, de las mejores sesiones de este Sónar.

Acid Arab actuando en el Sónar Pub. Foto: Ferran Cano
Acid Arab actuando en el Sónar Pub. Foto: Ferran Cano

En esta edición del festival barcelonés, Underworld no era el único genio de la electrónica, ya que también estaba en el cartel Paul Kalkbrenner listo para repasar los clásicos de su carrera. Uno de los nombres más queridos a lo largo de la historia del Sónar y uno de los artistas más importantes del Berlin contemporáneo. Mucha gente esperaba con ansias su sesión. Y solo empezar, se vio como había valido la pena la espera y el haber aguantado hasta las 3:30. Como si del flautista de Hamelín se tratase, cada vez que empezaba a pinchar alguno de sus himnos (que maravilloso es «Sky and Sand»), mareas de gente se acercaban a la pista de baile para vivir con más intensidad ese mágico momento.

El Sónar parecía que, de alguna forma, quería compensar a todos aquellos asistentes que aguantasen hasta el final de las dos jornadas. Con dos regalos únicos y nunca vistos y que fueron las joyas de la corona del Sónar 2019. Dos uniones: la que cerró el viernes, Peggy Gou & Palms Trax, y la que cerró el sábado, Louie Vega & Honey Dijon. Los cuatro jinetes del house se unen para despedir cada una de las noches del Sónar. Y las dos sesiones fueron apoteósicas. House, disco y funk se mezclaban a la perfección reactivando las máquinas, ya sin combustible, de los asistentes. Aún y encontrarte al límite físico, ver salir el sol mientras bailas al son de las sesiones de estos chamanes musicales es la mágica guinda de ese pastel, llamado Sónar, que uno nunca se cansa de saborear.

Paul Kalkbrenner pinchando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano
Paul Kalkbrenner pinchando en el Sónar Club. Foto: Ferran Cano

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